En la tremenda profundidad de la noche, Bryan Wallace vio un monstruo. El joven biólogo estadounidense no podía dar crédito a lo que sus ojos intentaban ver a la orilla del mar, con las olas rompiéndose de fondo, bajo la tenue luz de una inmensa cantidad de estrellas. Aquello tiraba arena por todos lados, excavando con sus aletas el hoyo que convertiría en su nido. “Me quedé ahí observando todo el proceso, casi sin poder moverme. Yo estaba como congelado”, narra el biólogo.
Era una enorme tortuga laúd (Dermochelys coriacea) y Wallace estaba presenciando por primera vez —hace más de veinte años en una playa de Baja California Sur, en el noroeste de México— a la especie que definiría el rumbo de su carrera. “Todo en su ser, es único, no hay nada que se le compare, ni siquiera otras tortugas”, afirma el experto.
Hoy es uno de los coordinadores de la Red Laúd del Océano Pacífico Oriental (Red Laúd OPO), un grupo creado en 2012 con un objetivo en común: recuperar la población de tortugas laúd en esa enorme fracción del océano que abarca desde Estados Unidos hasta Chile.
El equipo que inició con 30 científicos, actualmente está integrado por más de 120 miembros. Su iniciativa incluye pobladores locales, pescadores y organizaciones no gubernamentales comprometidos con las tortugas marinas, especialmente con la laúd, una especie que actualmente se encuentra Críticamente Amenazada, y que, dependiendo del país, también es conocida como tortuga baula, siete quillas, siete filos, canal o tinglar.
Un informe publicado en 2020 por la Red Laúd OPO, afirma que las tortugas laúd del Pacífico Oriental podrían ser la población de tortugas marinas en mayor peligro de extinción del mundo, de entre las siete especies que habitan los océanos. A pesar de los numerosos esfuerzos en pie, la situación es tan crítica, dice el informe, que de no reforzar las medidas de conservación, la tortuga laúd podría desaparecer del planeta en los próximos 60 años.
La pesca incidental y el consumo de sus huevos la han puesto en esta riesgosa situación. Con el propósito de proporcionar objetivos de conservación regionales coherentes, los especialistas de la Red Laúd OPO desarrollaron escenarios hipotéticos que describen los efectos de diferentes actividades de conservación.
Estos esfuerzos, señala el equipo experto, podrían salvar aproximadamente entre 200 y 260 tortugas laúd adultas y subadultas, así como producir entre 7000 y 8000 crías más al año. Para lograrlo, estas acciones deberían comenzar en los próximos cinco años, y mantenerse durante los próximos 15 o 20 años, para garantizar la estabilidad de la población y un eventual aumento.
Mongabay Latam conversó con Bryan Wallace sobre el futuro de la tortuga laúd.
—¿Cómo describe a la tortuga laúd?
—Tiene la historia evolutiva más profunda que cualquier otra especie de tortuga marina. Es la especie más anciana. En su taxonomía —que es el sistema de clasificación que usan los científicos para organizar a las especies, como en un árbol genealógico— la laúd se encuentra en su propia rama, pues es el único ejemplar de su familia.
Físicamente, es gigantesca. Está entre los reptiles más grandes y más pesados de todo el mundo. Claro, los cocodrilos de Australia y de África son más grandes, pero de ahí sigue la tortuga laúd. Midiendo sobre el caparazón o la parte dorsal, llega fácilmente de un metro con 30 centímetros, hasta un metro con 70. También, si piensas en el tamaño de las aves en cuanto a su envergadura, la laúd mide más de dos metros [al medir la distancia entre las dos puntas de sus aletas al estar completamente extendidas]; es grandísima. En cuanto a su peso, las laúd del Pacífico Oriental, que son las más chiquitas, van desde los 200 a los 600 kilos, dependiendo del ejemplar.
Algo muy llamativo en cuanto a cómo se ve una laúd, es su coloración negra con manchitas blancas en la parte dorsal. En la parte de la panza o ventral, es al revés: blanca con manchas negras. Esta coloración es muy típica para un animal marino. Se supone que esto es porque, si un depredador lo está viendo de abajo hacia arriba, la coloración más blanca se camufla porque está entrando la luz del sol al agua. Y al revés, si el depredador está encima y mira hacia abajo, es más oscuro.
La otra característica es que el caparazón de cualquier tortuga tiene escamas. Pero la laúd, en vez de formación de escamas casi hexagonales o como un rompecabezas, es como si fuera una uña [de humano] que crece encima del hueso. Esa formación es totalmente distinta a las otras especies. La piel del caparazón es muy suave, casi como la de un delfín. El caparazón también tiene quillas [longitudinales] que van desde la cabeza hasta la cola. No hay forma de que uno la confunda con otras especies.
—¿Cuál es su distribución en el planeta?
—Tiene la distribución más amplia que cualquier reptil en el mundo. Pueden llegar hasta latitudes casi árticas y pasan todas las aguas ecuatoriales y subecuatoriales. En el Pacífico Oriental, por ejemplo, anidan en México y América Central, y pasan hasta Chile y aguas muy afuera, en la costa de Sudamérica.
—¿Por qué se dice que podría ser la especie de tortuga marina con mayor peligro de extinción del planeta?
—Durante los últimos 30 y pico de años, hemos observado un declive de más del 90 % de su abundancia. De eso nos enteramos por las hembras anidadoras y sus nidos. En las playas principales en México y Centroamérica, ha disminuido en más de un 90 % la cantidad de anidaciones.
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—¿Cuáles son sus principales amenazas?
—Algunas causas las tenemos bien claras y otras todavía no. Entre las causas claras, tenemos dos: primero, el consumo de huevos por parte de seres humanos y, en ciertos casos, también de la carne. Esto pasó durante mucho tiempo en varias comunidades costeras tanto de México, como de Nicaragua y Costa Rica. En donde pongan sus huevos, habrá gente que se los va a comer, eso es un hecho. Muchas veces son comunidades que dependen de ese recurso. Pero lo que pasó es que también se abrieron mercados comerciales. Todos los huevos se los estaban llevando ya no para un consumo sostenible, sino para la venta. Eso ocurrió durante una década en casi toda la distribución de la especie. De esos huevos que no se incubaron en las playas, las tortuguitas nunca nacieron, nunca entraron al mar, no pudieron crecer ni volver a salir como mamás. Es una etapa de vida que nunca existió.
La segunda causa es la pesca incidental. Esta captura en equipos de pesca sigue afectando, principalmente, a animales adultos, los más viejos, los más grandes, los que tienen más valor para la población.
Detrás de todo eso hay una influencia muy fuerte de condiciones ambientales en el mar. Las condiciones oceanográficas del Pacífico Oriental, cambian muchísimo por el ciclo de El Niño, pero también a niveles más locales. Eso afecta la disponibilidad de recursos que necesitan los animales en la zona. Es decir, si fluctúan las condiciones y afectan la disponibilidad de sus presas, no pueden ni buscar ni alimentarse de suficiente comida para poder regresar a sus playas de anidación y poner más huevos.
Esta fluctuación de condiciones es algo más natural y pasa en todos los océanos, pero en el Pacífico Oriental es más intenso, lo que hace que las Laúd sean allí más vulnerables a las amenazas que no son naturales.
—¿Qué es la Red Laúd OPO? ¿Cómo se funda y cuáles son sus objetivos?
—Desde un poco antes de los años ochenta, ha habido muchas personas trabajando en varios países de la región con laúd. Nos conocimos en el mundo de la conservación de tortugas y nos llevamos muy bien, pero no estábamos coordinando las actividades, siendo que se trata de una sola población [de tortugas]. Entonces, nos pusimos de acuerdo entre varias personas con mucha experiencia con laúd para coordinarnos en red.
La Red Laúd OPO no es una organización no gubernamental, ni asociación civil, no tiene una forma jurídica, sino que es una red de investigadores, conservacionistas, gente que tiene puestos en los gobiernos de los países o hasta líderes comunitarios y pescadores. El criterio principal para ser miembro de la red es tener algo que ver con la conservación de la tortuga laúd en la región. Ahora contamos con miembros desde Chile hasta los Estados Unidos, en todos los países que tienen mar y costa en el Pacífico.
Sumamos más de 120 miembros hasta ahora. Entre ellos, tenemos a Laura Sarti, la madrina de las tortugas laúd en la región. Ella fue la primera persona que se dedicó a investigar a la laúd en México. Actualmente trabaja para la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp), pero hasta hace muy poco fue la coordinadora del Programa Nacional de Conservación Tortugas Marinas.
Laura fundó el proyecto de laúd que coordinó actividades de monitoreo y protección en playas de anidación en el sur del país, más que nada en Guerrero, Michoacán y Oaxaca, los estados con mayor anidación de la especie. Entonces, tenemos gente como Laura, hasta gente que apenas está entrando a la conservación y que no tiene mucha experiencia, como yo hace 20 años.
En fin, fue una cuestión de coordinación, de entender que entre todos podemos cumplir más —desde quienes trabajamos a escala de una playa, hasta quienes participan de convenciones internacionales— y enfocarnos en algunos objetivos compartidos a nivel regional y tener un norte en común. Para guiar todas estas actividades, tenemos un plan de acción.
—¿Cómo es ese plan?
—Lo estamos actualizando y lo vamos a lanzar el próximo mes [de marzo], en el Simposio Internacional de Tortugas Marinas. Está organizado en tres estrategias principales: la reducción de la captura incidental; la protección de nidadas y aumentar la producción de las tortuguitas; y la coordinación regional.
Primero, tenemos que reducir las fuentes de mortalidad para que sobrevivan las mamás, que son los individuos más importantes de la población, porque si no vuelven a poner los huevos, será imposible recuperar a la especie. Segundo, cuando sí vuelven y ponen huevos, hay que darles la mayor oportunidad de que eclosionen y que las tortuguitas entren en el mar. Estos dos ejes —reducir la mortalidad y aumentar la producción— son fundamentales. En tercer lugar está coordinar las actividades a nivel regional y apoyar las actividades que se están llevando a cabo a nivel internacional. Por ejemplo, contamos con una Convención Interamericana para la Protección y Conservación de Tortugas Marinas —conocida como CIT, por sus siglas en español—. Es una convención intergubernamental con más de 20 países de América firmantes, entre los cuales México es uno muy importante, y abarca no solamente el Pacífico sino también el Caribe y el Atlántico.
Esa Convención es vinculante y se dedica a fortalecer actividades a nivel internacional para la conservación de las tortugas marinas. Abarca actividades en cuanto al manejo pesquero y hasta el manejo de playas, etcétera. Entonces, lo que la OPO pretende hacer con la CIT es dar apoyo técnico. Muchos de nuestros miembros participan en las delegaciones nacionales y allí la CIT escucha las prioridades que nosotros tenemos como red. Por ejemplo, si la CIT está buscando acciones prioritarias para crear una resolución y que los países partes la firmen, ellos fácilmente pueden sacar nuestro plan de acción, que ya existe, para usarlo como borrador. Eso sí ha pasado. Por eso la tercera estrategia es importante: si estamos coordinándonos a nivel regional, estamos preparados para informar en los procesos internacionales que tienen que ver con la conservación de la especie.
—¿Cuál ha sido la importancia del trabajo colaborativo con las comunidades locales e indígenas para la conservación de la tortuga laúd?
—Las comunidades locales tienen que estar no solamente avisadas, sino involucradas en lo que está pasando y en la toma de decisiones, porque así se tendrá una mayor probabilidad de éxito.
No contamos con muchos miembros de comunidades locales, porque como nos comunicamos a nivel regional, por correo electrónico o por Zoom, a veces no le da mucha oportunidad a la gente que a lo mejor no tiene internet o que tiene un celular con poca señal. Más bien, tratamos de respaldar a quienes están trabajando con comunidades. En las comunidades costeras, cerca de las playas de anidación, hay muchos programas que las involucran en las actividades de monitoreo y protección. Es importantísimo, es algo que se hace alrededor del mundo. También, claro, siempre hay programas de educación ambiental que, dependiendo de sus metas y sus actividades, pueden ser muy exitosos.
Dependiendo del sitio, a veces también hay acercamiento con las comunidades para buscar alternativas de apoyo a su bienestar o su forma de obtener ingresos económicos para poder bajar la presión sobre los recursos naturales, tanto de los huevos de tortugas como de la pesca. Hay muchas formas de acercar e involucrar a las comunidades en la transformación, pero la clave siempre es involucrarlas en la forma que a ellas les interesa.
Existen muy buenos ejemplos en México. Hay una organización muy importante: el Grupo Tortuguero de las Californias, que lleva casi 30 años trabajando en comunidades pesqueras. Debido a su modelo de trabajar humildemente e involucrar a cada persona que tiene interés, ha crecido mucho como red y ahora cuenta con comunidades no solamente en la península de Baja California, sino desde Sonora hasta Jalisco, Nayarit y más al sur.
—La Red Laúd OPO ha estado monitoreando el transcurso de esta última temporada de anidación de la tortuga laúd, ¿cómo van los trabajos en las playas? ¿Qué prevén como resultado?
—Monitorear una población de tortugas marinas en la playa es tan bonito, como difícil física, mental y emocionalmente. Es chamba que no es para todos, esto lo puedo decir con 100 % de certeza. En cuanto a resultados para esta temporada, todavía está en marcha, porque las laúd todavía pueden seguir saliendo todo el mes de febrero y en marzo ya va terminando. Lo otro que es importante tomar en cuenta, es que las hembras —como todas las especies de tortugas marinas— no anidan todos los años. Es decir, las que están anidando este año, no anidaron el año pasado ni van a anidar el año que viene. Por eso es importantísimo que nosotros mantengamos el monitoreo año tras año, porque contar anidaciones en un solo año no te da el índice completo de la población de hembras que pueden volver a anidar.
Esta temporada, lastimosamente, no pinta muy bien. Estamos contando el peor total de anidaciones en el récord que tenemos. Sin embargo, la temporada pasada y la anterior pintaban mucho mejor; muchos más animales llegaron en aquellas dos temporadas. Entonces, agrupando los resultados de los últimos tres o cuatro años, podemos decir que todavía hay bastante esperanza.
De todas las anidaciones que se reportan entre la red, México cuenta con el 90 % o más a nivel regional; en los últimos cinco a diez años se ha distinguido bastante de las anidaciones en Costa Rica y Nicaragua, que son los otros dos países principales —en ese orden— para la laúd en la región. Por ejemplo, hace unas semanas estuve en Costa Rica y, en un parque nacional que es el sitio índice para la anidación, han registrado una sola hembra esta temporada. Eso nos da un gran susto. Pero esto siempre pasa: las temporadas buenas, son buenas en todas partes; las temporadas malas, son malas en todas partes. Cuando acabe esta temporada, ya estaremos mirando hacia el futuro, esperando que las condiciones mejoren y que más animales se alisten para volver a sus playas.
—El estudio de la Red Laúd OPO sostiene que las tortugas laúd podrían desaparecer en 60 años; ¿cuáles son los principales hallazgos y qué es lo que propone la red?
—El hallazgo principal es que el status de las tortugas laúd no pinta muy bien, o sea, va a seguir disminuyendo la población. Las actividades de conservación que llevamos a cabo por casi 40 años, más que nada en las playas de anidación y, en los últimos 15 o 20 años, también en el agua, han prevenido la extinción de la especie. Sin las actividades de conservación que se han llevado a cabo tanto en México, como en Costa Rica, Perú y en toda la región hasta la fecha, lamentablemente, nosotros no tendríamos nada de qué platicar en esta entrevista.
El propósito de este paper fue ver cuáles son las cosas que tenemos que abordar, encima de lo que ya estamos haciendo ahora. Obviamente, aunque esto es suficiente para prevenir la extinción, no es suficiente para promover la recuperación todavía. Los principales hallazgos que salieron de ese modelo es que la clave debe ser mejorar la supervivencia de las hembras adultas, es decir, reducir la mortalidad.
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—¿Cómo llegaron a ese resultado?
—Nosotros marcamos a las hembras anidadoras con un microchip permanente que les da un número específico. Es como darles un carnet, pero como ellas no llevan billetera, no nos van a enseñar su número de identificación; entonces, nosotros —biólogos y funcionarios en las playas de anidación— tenemos lectores de chips y podemos identificar a cada hembra y distinguirlas entre ellas. Eso es importante porque las hembras anidan cinco, seis o más veces cada temporada y tú no sabes si es el mismo animal que contaste hace dos semanas o es uno nuevo.
Identificar a los individuos nos permite saber cuántas hembras han vuelto en las temporadas subsecuentes y estimar una tasa de mortalidad o de supervivencia. Según la modelación que realizamos, la tasa de mortalidad es demasiado alta. Por eso, sí o sí, hay que aumentar la probabilidad de que sobrevivan las hembras y en esta actualización del Plan de Acción estamos enfocándonos en esta primera estrategia relacionada con la reducción de la pesca incidental y la interacción con artes de pesca. Esto no descarta la importancia de la protección en playas, al contrario.
— ¿En los países latinoamericanos han resultado suficientes las legislaciones y su aplicación, así como los recursos, para proteger a la especie?
—Qué pregunta más difícil. La laúd es una especie protegida en todos los países y hay muchas oportunidades para que los gobiernos respalden y refuercen las leyes y normas que ya tienen. Siempre echamos la culpa o pensamos que los gobiernos son los únicos o los más importantes que tienen que tomar acción y, en realidad, ya sabemos que es mucho más complicado que eso. Cada quien tiene un rol, incluido el consumidor de pescado. ¿De dónde viene el pescado? ¿Cómo se pesca? Nosotros, como consumidores de productos, podemos educarnos y entender cuáles son las opciones.
También podemos ser más activos con organizaciones no gubernamentales y también instar acciones de nuestros políticos. La Convención Interamericana para la Protección y Conservación de las Tortugas Marinas (CIT), también es otra herramienta muy importante, con la que podemos empujar un poquito o motivar a los gobiernos para que cumplan con la resoluciones que ellos mismos firmaron como representantes del país, porque son resoluciones vinculantes. Antes de exigir otras cosas que no existen todavía en la ley, sería exigir que cumplan con sus compromisos.
—¿En dónde radican las esperanzas en torno a la conservación de la tortuga laúd?
—Lo que nos mantiene en el camino —para mí, personalmente— es que la laúd ha sobrevivido muchísimo en su historia evolutiva. Por eso tengo la esperanza y creo que también nos va a sobrevivir a nosotros. Por otro lado, sigo pensando que hay mucho más que no entendemos. Sí sabemos claramente que no hay tantas tortugas saliendo a las playas de anidación como en las décadas pasadas, pero hay tortugas ahí, en el gran azul del planeta, que no han sido registradas por nosotros. Hay muchas más tortugas de las que creemos y por eso hay mucha más esperanza.
Por último, yo veo que ahora hay más ánimos, hay más conocimiento desde el nivel de pescador o comunitario en las playas, hasta los políticos. Tenemos muchas oportunidades de hacerlo bien, pero se nos está acabando el tiempo. Estamos enfrentando muchas crisis: cambio climático, pandemia, crisis económicas y civiles. Pero hay mucha gente que se da cuenta de que ya es hora, que ya es momento de tomar otras decisiones. No tiene que ver solamente con la tortuga laúd, sino con cuál es el mundo que queremos y yo creo que hay mucha gente que quiere un mundo diferente.
Mis hijos, por ejemplo, entienden cosas que, cuando yo tenía la misma edad que ellos, ni se hablaban, pero que ellos ya toman muy en serio; que las cosas no están muy bien en cuanto a recursos naturales, en términos del estado de la naturaleza y el estado de varios ecosistemas, de recursos naturales de los que depende mucho la gente. Ellos ven el mundo así y por eso les entra muy fácilmente la idea de tomar acciones. Con la edad que tengo, no voy a vivir para ver todo solucionado, pero hay generaciones que vienen detrás de mí. Eso me da mucha esperanza.