Una organización benéfica mundial, Whale and Dolphin Conservation, dedica su tiempo y esfuerzo a la protección de ballenas y delfines en todo el mundo. «Trabajamos en todo el mundo haciendo campañas, presionando y asesorando a los gobiernos, llevando a cabo proyectos de conservación y realizando actividades de educación y compromiso», afirma el director de Ballenas Verdes de la organización, Ed Goodall. «Nuestra visión es la de un mundo en el que todas las ballenas y los delfines estén a salvo y sean libres, y utilizamos y apoyamos los últimos avances científicos para reforzar los argumentos a favor de estas especies como aliados vitales de la acción climática e ingenieros del ecosistema, y como seres inteligentes por derecho propio».

Según Goodall, las ballenas y los delfines «desempeñan un papel destacado en la capacidad del océano para fijar, almacenar y secuestrar carbono. Son una parte importante de la compleja red de vida marina que hace del océano el mayor sumidero de carbono del planeta, moviendo nutrientes vitales que estimulan el crecimiento del fitoplancton». Por eso, Godall considera a las ballenas y a los delfines los «aliados de la acción climática».

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Cuando estos cetáceos mueren, el carbono que almacenan queda encerrado en ellos. «El carbono de la carcasa se descompone y es consumido por todo tipo de especies, y luego se almacena y recicla entre la comunidad bentónica o se queda en los sedimentos, donde puede permanecer secuestrado durante miles, quizás incluso millones de años», afirma Goodall. «Aunque un átomo de carbono puede llegar a muchos lugares; en general, se queda en las profundidades marinas».

Y dondequiera que haya ballenas -el mayor animal vivo de la Tierra—, también se encuentran las poblaciones de algunos de los organismos más pequeños: el fitoplancton. Estas criaturas microscópicas no solo han aportado al menos el 50% de todo el oxígeno a nuestra atmósfera, sino que lo han hecho capturando unos 37.000 millones de toneladas de CO2, un 40% de todo el CO2 producido.

«Un estudio realizado en el Santuario Marino Nacional de los Grandes Farallones demostró que los cadáveres de ballena en el fondo del océano representaban aproximadamente el 60% de la captación anual de carbono del santuario, más que la marisma salina, la hierba marina y el alga marina del santuario juntos», afirma Goodall. «Los cadáveres de ballena que llegan a la costa también suponen un gran impulso para las especies carroñeras, como las aves, los cangrejos e incluso los osos polares; además de aumentar los nutrientes del suelo donde yacen».

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Amenazas para los aliados de la acción climática

Las amenazas a corto plazo a las que se enfrentan las ballenas y los delfines provienen de múltiples fuentes, explica el director d ela organización. «La mayor causa de perjuicio y muerte proviene del enredo de los aparejos de pesca o de la ´captura incidental´. Cientos de miles de ballenas y delfines, así como otras especies protegidas, mueren en los equipos de pesca cada año. Los niveles de capturas accidentales no se controlan en la mayoría de las flotas pesqueras, por lo que desconocemos la verdadera magnitud del impacto. Además, las capturas accidentales se producen, en su mayoría, sin que se haga ningún esfuerzo por evitarlas, lo que provoca impactos a nivel de población en algunas pesquerías, incluso en el pescado y otros productos que aparentemente se obtienen de forma ‘sostenible’.»

Las capturas accidentales son un problema tan preocupante que, a pesar del repunte de la mayoría de las poblaciones de ballenas en las últimas décadas, algunas especies están gravemente amenazadas. Sin ir más lejos, a finales de 2021 solo quedaban 366 ballenas del Atlántico Norte, el número más bajo en 20 años.

Una forma de proteger a las ballenas y los delfines de las capturas accidentales es mediante el establecimiento de Áreas Marinas Protegidas, donde no se permita la pesca. Whale and Dolphin Conservation presiona desde principios de la década de 2000 para que se establezcan estas zonas. «Por fin los gobiernos aprobaron el acuerdo del 30% de protección para 2030 en la COP 2 de Biodiversidad», afirma Goodall.

Uno de los obstáculos es la falta de voluntad política y las ideas equivocadas sobre su coste sin tener en cuenta que proteger a estas especies produciría enormes beneficios en servicios ecosistémicos.

A pesar de todos estos obstáculos, Goodall se muestra optimista de cara al futuro, y recuerda la campaña de Greenpeace «Salvemos a las ballenas» como muestra de lo que se puede hacer cuando se emprende una acción mundial concertada. «Tenemos la capacidad y la habilidad de actuar y hacer posible un cambio global, pero se debe pasar a la acción de manera más profunda y holística si queremos superar el mayor desafío de la historia de la humanidad», asevera.

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Dado el papel clave que desempeñan los delfines y las ballenas en la captación de carbono, es vital que las protejamos y cuidemos, y que las añadamos a la lista de soluciones basadas en la naturaleza que pueden ayudar a superar la crisis climática.

Como dice Goodall: «La vida crea las condiciones para la vida y es infinitamente inspiradora. Renunciar a la naturaleza sería el mayor error de todos».