Desde China a Estados Unidos, hace semanas que fenónenos climáticos extremos están azotando el hemisferio norte. El mismo secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, advirtió el pasado jueves 27 de julio que la era del calentamiento global había terminado, dando paso a la etapa de la "ebullición global”, al tiempo que la Organización Meteorológica Mundial (OMM) informó que el mes de julio pasó a la historia como el más cálido jamás registrado por la humanidad.
Y Sudamérica, en pleno invierno austral, tampoco está exenta de estos episodios.
"La actual ola de calor 'invernal' en algunas zonas de Sudamérica es realmente asombrosa", dice a DW el Dr. Carl-Friedrich Scheusser, investigador del Instituto Geográfico de la Universidad de Humboldt de Berlín. "Está fuera de toda duda que este fenómeno es el resultado de la crisis climática provocada por el hombre", sostiene.
Una anomalía metereológica con aumentos de calor en invierno que han superado todos los récords. En Buenos Aires, capital de Argentina, se superaron los 30 grados Celsius el martes, la temperatura más alta desde que hay registros en esta época, según el Servicio Meterológico Nacional del país. En varias ciudades de Uruguay, el termómetro también rebasó los 30 ºC el pasado 2 de agosto. Y en la localidad de Vicuña, en la región de Coquimbo, a unos 450 km al norte de Santiago (Chile), se alcanzaron los 37 ºC, la cifra más alta desde 1951, según informó la agencia AFP.
Combinación de factores
"Es altamente probable que estas temperaturas se deban a dos eventos climáticos sobrepuestos", dice a DW Yasna Palmeiro, investigadora chilena del Centro de Políticas Públicas de la Universidad Católica de Chile. "Por una parte, el aumento de temperatura por el calentamiento global antropogénico y, además, un fenómeno de El Niño, el cual naturalmente aumenta las temperaturas", explica.
Según Palmeiro, las oscilaciones de temperatura y precipitaciones entre estaciones es natural y necesaria, pero el cambio climático derivado de la actividad humana está alterando estos patrones, lo que afecta gravemente a los ecosistemas. "Un ejemplo claro es la cantidad de agua que hay en los suelos y la nieve en Los Andes", dice.
Esta misma actividad humana, basada en la explotación de combustibles fósiles como el carbón, petróleo y gas, así como en los usos intensivos del suelo, es la responsable del aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero, señala a DW Tais Gadea Lara, periodista especializada en cambio climático. "Estamos hablando de un mundo cada vez más caliente, donde, si no reducimos las emisiones, los impactos serán cada vez más dramáticos".
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Consecuencias en cadena
Ante tales temperaturas, los expertos apuntan a una alteración importante de la disponibilidad de agua fresca, tanto para el consumo diario como para los sistemas de riego de cultivos, lo que acarrea consecuencias importantes para la seguridad alimentaria en algunas localidades. Palmeiro señala la región de Coquimbo, en Chile, y la cordillera Blanca, en Perú como grandes zonas afectadas.
"Si bien uno podría pensar que las consecuencias no son tan extremas, en realidad sí lo son, ya que el sistema climático y los ecosistemas naturales son sistemas complejos muy interrelacionados, y una alteración de este tipo puede traer consecuencias en cadena y que se podrían amplificar", sostiene.
Palmeiro, que también es investigadora de la plataforma Lancet Countdown South America, recalca que estas condiciones también van a hacer más frecuentes los incendios forestales. "El suelo estará más seco, lo que puede convertirse en combustible para estos incendios, afectando nuevamente a los ecosistemas naturales y humanos", dice. Y señala como áreas más vulnerables la zona central y sur de Chile -la región metropolitana, O'Higgins, Maule y Araucanía-, partes del centro de Paraguay, como los departamentos de Presidente Hayes, Ñeembucú y Paraguarí, y las zonas nortes de Argentina, en especial, la zona de Salta.
De forma similar, Ricardo Vásquez, meteorólogo de la Oficina Cambio Climático, explica a DW que estas condiciones -de inviernos secos y cálidos - son cada vez más frecuentes a medida que se agrava el cambio climático, "lo que lleva a problemas de recursos hídricos debido a la menor cantidad de lluvia y a un derretimiento temprano de la nieve en la cordillera de Los Andes". Esto se traduciría, según dice, en escasez de agua para los meses estivales.
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Reutilizar agua como alternativa
Las proyecciones del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) para América Latina indican una tendencia de inviernos más cortos y menos lluviosos, frente a veranos más largos y cálidos. Ante esta imposibilidad de asegurarse la recarga de embalses y reservas, los expertos hablan del reúso del agua y apuestan por tecnologías como la desalinización.
"El reúso de agua es el gran tema por el que debemos batallar porque ya no podemos permitirnos darle un único uso al agua y descartarla", dice a DW Carlos Rivas, miembro de la Asociación Latinoamericana de Desalación y Reúso de Agua (ALADYR).
"Los efluentes no sólo deben ser tratados para no contaminar, sino que, una vez hecho el esfuerzo tecnológico de descontaminar, es de sentido común darle otro uso a esa agua que puede ayudar para riego, uso industrial o urbanístico", dice.
Fuente: DW.