¿Alguna vez oíste hablar sobre el seitán? Se trata de un alimento preparado a base del gluten del trigo que fue descubierto por fabricantes de tallarines chinos en el siglo VI. Luego, los monjes budistas lo incorporaron a su dieta. Hoy en día, se lo utiliza para hacer milanesas, croquetas, guisos o risottos, aunque también hay quienes lo comen solo, acompañado simplemente por una guarnición.
Se lo conoce como carne vegetal, ya que se le parece tanto por su sabor como por su aspecto. Al igual que el tofu, es una alternativa ideal en dietas veganas o vegetarianas, ya que es rico en proteínas. Aporta 24 gramos de proteína por cada 100 gramos. Sin embargo, como se hace con proteína de trigo, no es apto para celíacos.
Ademas, el seitán es un alimento ligero y digestivo que, sin embargo, genera sensación de saciedad. Tiene poca fibra, grasas y azúcares y aporta minerales como potasio, calcio y sodio.
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Cómo hacer seitán casero
Además de ser fuente de proteínas, el seitán es un producto muy fácil de preparar en casa. Esto te ayudará a reducir costos, escoger los ingredientes y tener control de la elaboración. ¡Veamos aquí cómo se hace!
¿El ingrediente secreto? La harina de trigo.
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El primer paso es hacer una masa con harina de trigo y agua como si hicieras un pan pero sin levadura. La cantidad de agua dependerá del tipo de harina que elijas y deberás ir regulándolo hasta lograr una masa que no se pegue en las manos.
Luego debes cubrir la masa con agua tibia dentro de un bol. Después de unas horas se la lava, estira y se vuelve a colocar de manera compacta en el agua.
Ese agua se irá poniendo turbia a medida que se vaya saturando de almidón. Cuando esto suceda, se la deberá cambiar, y así hasta que salga limpia.
Cuando eso suceda, se lo debe cocinar. Para eso, se separa en trozos, se les da forma de bola y se ponen al fuego en un cazo lleno de agua, salsa de soja y una hoja de alga kombu. También pueden agregarse verduras y hierbas o jengibre para darle sabor. El agua debe estar hirviendo cuando se coloque la masa.
El seitán puede conservarse durante unos pocos días en la nevera con un poco de caldo. Si no se va a consumir pronto, es preferible congelarlo.
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