A pesar de todas las diferencias culturales, en todo el mundo el color azul es el favorito de la mayoría de las personas, seguido del rojo y del verde, según encuestas realizadas en Europa, el continente americano y Asia. Incluso en países como China, donde el rojo, el amarillo y el verde son tradicionalmente los colores de la buena suerte, la gente prefiere el azul.
El azul se asocia al cielo y a el mar, a la serenidad, a la relajación, a el silencio, a la nostalgia. Tiene un efecto tranquilizador, y ciertos tonos de azul transmiten también una sensación de frío y dureza. Asociamos el agua fría y el hielo, que también pueden aliviar el dolor. Con paredes pintadas de azul, las habitaciones parecen más grandes y el espacio más relajante. Y en la vestimenta, el azul en todos sus matices es el que más se usa. Los blue jeans, por ejemplo, son los pantalones más usados. La ropa azul nos hace ver seguros, decididos, sensatos, confiables, pero también algo distantes. No por casualidad la mayoría de los uniformes en todo el mundo son de color azul.
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Vivir los colores con todos los sentidos
La luz visible está compuesta de ondas de diferente longitud. Y cada longitud de onda corresponde a un determinado color. Cuando una determinada longitud de onda es percibida por nuestro aparato visual, en la retina, estimula allí a las células fotorreceptoras, en este caso, a los conos, responsables de la visión en colores. Los conos detectan un amplio espectro de fotones, y mediante un proceso fotoquímico, originan impulsos nerviosos que llegan al cerebro, donde se produce la visión del color correspondiente en el espectro lumínico. El azul posee ondas relativamente cortas.
Pero no solo percibimos los colores con nuestros ojos, sino que también hay sensores en la piel que son sensibles a la luz y reaccionan a los colores, influyendo en los procesos biofísicos y bioquímicos de nuestro organismo. Es decir, que influyen en el aumento o disminución de nuestro ritmo cardíaco, y también en el aumento de la frecuencia respiratoria y de la presión sanguínea.
Sí al azul, pero no en los alimentos
Sin embargo, a pesar de que el azul es un color tan aceptado, lo evitamos cuando se presenta en los alimentos. Claro que hay bayas que, en principio, parecen azules, y ciruelas o uvas azuladas, pero si las observamos con atención, son más bien de un azul violáceo, o de un rojo azulado.
Evitamos los alimentos de color azul porque estos casi no existen en la naturaleza. Al mismo tiempo, relacionamos la coloración azul en la comida con peligro o intolerancia, con putrefacción y sustancias amargas. El moho, por ejemplo, tiene un color azul o azul verdoso, mientras que las setas a menudo se vuelven azuladas, negras azuladas, o violetas. En definitiva, si se trata de comida, asociamos el color azul con el peligro.
Según el psiquiatra Carl Gustav Jung, "los colores son la lengua materna del inconsciente". Sirven de guía directa en la vida cotidiana, desencadenan en nosotros un reflejo espontáneo. Percibimos la "señal de color rojo" como una advertencia o peligro, y nuestra atención se estimula inconscientemente.
Nos gusta comer frutas o verduras rojas porque automáticamente asociamos el rojo con la madurez y la dulzura. Apenas conocemos comestibles azules. Por otro lado, transmiten intuitivamente la sensación de ser incomibles, e incluso dañinos.
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Los niños son menos prejuiciosos
Nuestro rechazo a los alimentos de color azul está anclado, en parte, en nuestros genes, pero es, sobre todo, es una cuestión de educación. A muchos niños les gustan, por ejemplo, los helados o las paletas azules. Los investigadores creen que los pequeños son más abiertos a consumir alimentos inusuales, y que los colores chillones pueden despertar su interés porque el conocimiento acerca de los alimentos todavía no está desarrollado en ellos como lo está en los adultos.
El disgusto instintivo que sentimos ante ciertos colores en los alimentos también puede ser beneficioso. Según estudios de los años 70, el color azul puede tener un efecto supresor del apetito. En un experimento, las personas comían menos en una habitación pintada de azul, por ejemplo.
Es decir, que ese efecto también podría aprovecharse para adelgazar. Incluso hay nutricionistas que recomiendan utilizar vajilla azul, cubiertos azules, un mantel azul o lámparas de luz azul para influir en la ingesta de alimentos.
Fuente: DW