*Por Viridiana Lázaro

Todos los 16 de Octubre se conmemora el Día Mundial de la Alimentación. Inicialmente promovido por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO por sus siglas en inglés), se convirtió en un excelente contexto para pedir por una buena alimentación. Diversas organizaciones, colectivos y ciudadanos, lo conmemoramos para hacer un llamado urgente a los gobiernos para promover sistemas alimentarios sostenibles y dietas asequibles para todas las personas.

Alimentar a toda la población del mundo (que actualmente sigue creciendo) no es un trabajo fácil. Las corporaciones y los legisladores y legisladoras en materia de alimentos buscan de manera persistente aumentar la “productividad” y la cantidad de suelo para los cultivos. Pero el problema actual no solo es cuestión de cantidad, sino la desigual distribución de la riqueza en la población.

Para evitar que miles de millones de personas padezcan de hambre todas las noches, es necesario replantear la manera en que se producen y se usan los alimentos. Reducir el desperdicio de alimentos y el consumo de carne son factores esenciales. Debemos comenzar a pensar en dietas sostenibles basadas en vegetales, que sean locales, naturales y preferentemente con alimentos de temporada en nuestra región.

La situación en México

Según datos del último censo agrícola, ganadero y forestal del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), el 38 % de la superficie de todo México se utiliza para la producción de alimentos para el ganado, y es solo el 12% de la superficie se utiliza para la producción de alimentos para las personas. Estas cifras, nos muestran que estamos alimentando ganado en lugar de personas, cuando muchas veces esa carne producida en la mayoría del territorio nacional, únicamente llega a las pocas mesas de las personas que pueden pagarlo.

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Ganado

debemos Tomar acción

Debemos replantearnos el papel que tenemos como consumidoras y consumidores, reconocer la importancia de la elección de nuestras dietas y no tomarla a la ligera. Asimismo, es necesario afianzar el consumo local y recuperar las formas alimentarias tradicionales.

Otra de las soluciones que se vislumbran para tener sistemas alimentarios sostenibles, es la transición hacia la agricultura ecológica. Apropiarnos como sociedad de sistemas de sistemas de producción tradicionales patrimoniales es fundamental, pues permitirá tener alimentos saludables, libres de agroquímicos y transgénicos, que contribuyan al cuidado del medio ambiente. Al recurrir a estos sistemas tradicionales agroecológicos, también estamos fortaleciendo el cúmulo de saberes excepcional que mantienen estos modos de producción desde hace milenios.

Expertas y expertos en alimentación y agricultura coinciden en que la respuesta a esta compleja situación que enfrentamos en la actualidad, tiene que ser inteligente, equilibrada, y adecuada para cada región. Por eso, quizás uno de los aspectos relevantes de la promoción de los sistemas alimentarios sostenibles es el papel que juegan en la lucha contra el cambio climático. Es necesario comprender la estrecha relación entre el cambio climático y la agricultura: la agricultura es una de las actividades más vulnerables al cambio climático, pero también es uno de los sectores que contribuye en gran medida con la emisión de Gases de Efecto Invernadero (GEI) que lo empeoran.

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huerto urbano

Está comprobado que la agricultura ecológica o agricultura campesina está respondiendo y se está adaptando al cambio climático. Y lo hace minimizando la pérdida de cosechas a través de un mayor uso de variedades locales tolerantes a la sequía, cosechando agua, sembrando cultivos mixtos, creando sistemas agrosilvícolas, realizando prácticas de conservación de suelos e implementando otras técnicas tradicionales. Evidencia de que no es necesario utilizar agroquímicos ni transgénicos en la agricultura.

Al contrario, en un clima cambiante como el que tenemos hoy, la mejor manera de salvaguardar la soberanía y autosuficiencia alimentaria de la población es optando por la producción agroecológica, seguida de un aumento en el consumo local que implica la promoción y fortalecimiento de cadenas cortas de comercialización de alimentos, que minimizan a los intermediarios.

Debemos luchar por sistemas alimentarios sostenibles y la asequibilidad de nuestra alimentación, buscar elegir alimentos saludables, agroecológicos, naturales y de temporada.

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