Por Gael Sampedro
Hay algunos planteos que les veganes estamos acostumbrades a atajar. ¿Dé dónde obtenemos proteínas? ¿Qué haríamos en el hipotético caso de quedar varades en una isla desierta con una vaca? ¿Se nos va el sueldo en comida? ¡Que no cunda el pánico!
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En primer lugar, muchas personas que no tienen contacto directo con la comunidad vegana se cruzan con productos aptos en dietéticas o supermercados o con alguna versión de un plato en restaurantes.
Los frecuentes sobreprecios de estos alimentos están relacionados con la falta de subsidios hacia los productos de origen vegetal (en comparación con aquellos de origen animal) y ese extra que cobran los negocios para mantener stock y márgenes de ganancia cuando la demanda baja. Esto hace que los productos veganos se perciban como más caros.
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Sin embargo todes adquirimos productos veganos sin darnos cuenta: frutas, verduras, pan, fideos y tantos otros.
Al no estar rotulados como tal en una etiqueta se piensa que las personas veganas no los consumen en su día a día. A su vez, si se asume que la dieta se basa en reemplazos ultraprocesados y comer afuera, se llega fácilmente a la conclusión de que la vida a base de plantas es significativamente más costosa.
Nada más alejado de la realidad. Una alimentación balanceada y saludable consta principalmente de frutas, verduras, legumbres, cereales, semillas y frutos secos en menor medida. Vamos por categoría:
- Las frutas y verduras son las mismas para todes:
Son de producción local en su mayoría y su aporte nutricional es importantísimo ya que contienen carbohidratos, fibra, vitaminas y minerales.
- Los cereales, los fideos, el arroz, la avena, el pan y la polenta son todos alimentos accesibles:
Aportan carbohidratos, proteínas y, si son integrales, minerales, vitaminas y fibra.
- Las legumbres son una excelente fuente de proteína:
Tienen menos grasa, más fibra y son en términos generales mucho más económicas que la carne (no solo por peso sino también por cada 100g de proteína).
¿Qué dice la ciencia al respecto?
En la reciente investigación del becario del Conicet Ezequiel Arrieta y su equipo multidisciplinario, se analizaron los costos de la dieta actual en Argentina y de otras modeladas y más saludables.
Los resultados son contundentes: de todas las dietas comparadas, la vegana es la única más barata que la dieta promedio.
Esto no sólo ocurre en Argentina: otro estudio publicado en octubre de 2021 muestra que en países de Europa y en Estados Unidos dietas veganas y vegetarianas pueden implicar un ahorro de un 30% con respecto a las dietas de origen animal.
Y algo importante es que estos estimados no consideran los beneficios hacia la salud humana y del planeta. A largo plazo, una dieta basada en plantas previene enfermedades y evita una mayor degradación ambiental.
Optar por una dieta basada en plantas no implica un perjuicio para nuestros bolsillos: depende de cómo la planifiquemos y de los objetivos nutricionales que nos fijemos. No es lo mismo intentar reemplazar los productos de origen animal con su alternativa ultraprocesada vegetal que repensar nuestra alimentación de raíz y apostar por comida sin grasas, agrotóxicos y sustancias perjudiciales para nuestro bienestar físico y mental.
Comer sano, sin dañar al ambiente y respetando la vida de los animales no humanos es posible y, en tiempos de crisis climática, es más que necesario.
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