Ya en el aeropuerto de Delhi, las esculturas de unas manos inmensas advierten la importancia del yoga en este país. Son nueve mudras o gestos sagrados, que según cada caso ofrecen una bendición o protección, simbolizan alegría, fuerza, salud o equilibrio. Acabo de aterrizar en el país donde nació el yoga, hace 5000 años, con el objeto de purificar el cuerpo, que es la casa del alma. Con el mat en la mochila y acompañada por la profesora Mukta Ghosh, la idea es sumarle yoga al recorrido clásico por el Triángulo Dorado de la India.
Yogatrip
Una amiga me había recomendado hacer un retiro de yoga en un ashram, pero al ser mi primera vez en el país, preferí no aislarme y salir a caminar las ciudades, conocer los templos y palacios, ir a los mercados, probar la cocina típica, ver el Taj Mahal, en fin, hacer todo lo que se supone que hay que hacer en un viaje de 15 días por India. Sin embargo, cuando le planteé esta disyuntiva a Paulina Giovagnoli, directora de The Travel Studio y experta en turismo de la India, respondió con una propuesta superadora: que una profesora de yoga me acompañe en el recorrido que yo quisiera hacer.
Mukta, la profesora
En el aeropuerto conocí a Mukta Ghosh, nacida al sur de Delhi, de 30 años de edad, de los cuales 8 ha dedicado a ser profesora de yoga: “Quise dedicarme a hacer algo bueno por la gente y la sociedad en general, estudié mucho y hoy tengo una rutina basada en las técnicas del gurú Satyananda, que combinan pranayamas (respiraciones), asanas (posturas), yoga nidra (relajación) y meditación”. Mukta significa perla en hindi; ella mide 1 metro 60, tiene ojos negros, usa el pelo corto y un medallón con el símbolo Om colgado en el cuello.
Empezar bien el día
Donde sea que vayamos, Mukta encuentra el lugar perfecto para nuestra práctica diaria de yoga. Siempre antes del desayuno, nos tomamos una hora para empezar el día con saludos al sol, posturas para desperezar al cuerpo, ejercicios de fuerza y equilibrio, respiraciones energéticas y purificadoras, y algunos minutos más los dedicamos a relajarnos antes de enfrentar las excursiones del día. En Delhi, practicamos yoga en la terraza del hotel donde estábamos hospedadas; en Agra, en un jardín con vista al Taj Mahal; y en Varanasi, junto al río Ganges. Esta última experiencia merece un comentario aparte.
Agua sagrada
Ese día, nos levantamos de noche para ir a ver el amanecer en el Ganges. Nos subimos a un bote a remo que nos cruzó hasta una playa en la otra orilla, de donde se veía el perfil de colores pasteles de la ciudad. Había otras personas practicando yoga. Elegimos un pedacito de arena, desplegamos los mats y repasamos toda la rutina con la mejor vista de Varanasi, la ciudad sagrada de la India, donde cada año llegan millones de peregrinos para purificarse en las aguas del Ganges, donde los hinduistas buscan morir para liberarse del ciclo de las reencarnaciones y entrar directamente en el Nirvana.
Más información: www.pureindialuxury.com / www.incredibleindia.org
Por Constanza Coll
-Equipo de la Bioguía-