¿Por quécaminamos? Por instinto e inercia, así como por convicción y necesidad. Pero,¿por qué caminar cientos de kilómetros entre la naturaleza, subiendo miles demetros en tan sólo unos pocos días y arriesgando nuestras vidas? En palabras deHamish Brown, uno de los más famosos montañistas del mundo:
“El atractivo deldesafío y la prueba, el placer del logro, el contacto con nuestra simplicidadancestral, el escape de nuestra insignificante existencia normal, el hallazgode valores, de belleza, de visión. Por todo esto vale la pena vivir –y posiblementemorir”.
Por esa y muchas razones la gente decide embarcarse en caminatas por el mundo, en escalar, y en descubrir qué tan lejos puede llegar su cuerpo y mente. Esas personas son las pocas que pueden llegar a conocer Manang, una ciudad en Nepal que está alejada de la civilización, no por una larga distancia, sino por la inaccesibilidad del camino.
Uno de los secretos de Manang es que es impresionante por su recóndito escenario y por la majestuosidad de sus paisajes, pero también por ser un punto de salvación para los caminantes que recorren el circuito Annapurna, considerado uno de los más hermosos del mundo.
Es que después de diez horas de caminata desde Upper Pisang, el cuerpo apenas puede soportar seguir en pie, el hambre dificulta el pensamiento y la altitud deja sin aire a muchos. Se trata de una tortura voluntaria que cambia la vida, y por eso al llegar al secretísimo Manang, una pequeña pero hermosa localidad se ve como un paraíso digno de reyes.
Otro secreto de Manang es que se trata de un refugio para estos viajeros, pues para avanzar en su recorrido necesitan descansar en esa ciudad uno o dos días para adaptarse a la altura, pues ya están a más de 3000 metros sobre el nivel del mar, por lo que caminar por sus calles, recorrer sus templos y vivir la calma de una ciudad alejada del resto del mundo y de sus problemas es una experiencia única.
En Mananang puedes probar una deliciosa hamburguesa artesanal de receta local, deslumbrarte con la vista de los Annapurnas o del glaciar Gangapurna y aprender mucho de los locales que siempre están felices de enseñarle su estilo de vida a los que deseen aprender. Sin embargo, tal vez la mejor forma de describirlos es con las palabras del escritor y viajero Fernando Cocchi, quien acaba de descubrir la increíble ciudad:
“A Manang se llega después de diez horas de caminata desde Upper Pisang, en los Himalayas Nepalíes. Pero su particular forma, la asimetría de sus callejuelas, el humo que cubre sus casas, las escaleras abismales y las altas paredes de piedra aparecen mucho antes como un espejismo. Para dar con la aldea uno tiene que dejar atrás los bosques de lluvia, la selva y los arbustos y subir. Internarse en un desierto de pinos secos y solitarios, polvo y piedra, y caminar intuyendo el cauce del río o siguiendo la acrobacia de los cuervos a través de las laderas de las montañas.
La ciudad a la distancia parece el sueño de alguien que ha estado caminando durante semanas e imagina una ciudad en medio de la nada, un refugio o un palacio. Desde arriba la ciudad se confunde con la tierra. Hay una hora en la que el sol oculta sus casas y la vuelve una sola roca tremenda, un isla de piedra sobre piedras. Ya son más de 3600 mts. de altura y empiezo a notar la falta de oxígeno y la fatiga, el hambre voraz que me ataca, el esfuerzo de mis piernas en los ascensos interminables y en los descensos abruptos, el insomnio. Pero todavía no lo puedo creer; estoy atrapado por el entusiasmo y la felicidad”.