Casi todoscreíamos que habíamos encontrado la solución a un sinfín de problemas con lallegada de la llamada “Economía compartida”. Airbnb, uber y empresas similaresllegaron a salvarnos de las estafas, la inseguridad y todo a un costo menor delque estábamos acostumbrados. Claro que no vivimos en un cuento de hadas y larealidad, aunque no queramos aceptarlo, puede ser mucho más sombría.
Enfoquémonos en la primera empresa mencionada. Airbnb llegó en un momento en el que el turismo comenzó a explotar. Gracias a las plataformas en línea para reservar vuelos y a que mucha gente se interesó más en conocer ciudades que en viajar como un lujo, se buscaron cuotas menores para hospedarse y la empresa dio en el clavo al ofrecer rentar casas y departamentos para “vivir como un local”.
Esa Economía compartida en la que rentas el hogar de una persona que ahí vive mientras esta sale de vacaciones o se hospeda en otro lugar beneficiaba a quien buscaba un lugar en el cuál dormir y a quien buscaba una forma de sacar dinero extra de un bien que ya poseía, por su parte Airbnb se llevaba sólo una pequeña comisión y todos ganaban. Parece que nada podía fallar.
El problema es que desde el surgimiento de esta aplicación hay ciudades que se han visto comprometidas por la cantidad de gente que renta sus “hogares” para turistas, alzando el precio de uso de suelo y convirtiendo lugares residenciales en sitios turísticos que elevan las rentas y obligan a mucha gente a mudarse.
París tiene cerca de 78 mil propiedades suscritas a Airbnb, Londres 47 mil , Barcelona 17 mil y Madrid 14 mil. Nadie vive en estos lugares que son producidos para dar la impresión de que ahí vive una feliz y perfecta familia –réplicas de famosas pinturas, pequeñas pero encantadoras bibliotecas personales y hasta fotografías enmarcadas en la que nade sabe quién aparece son parte de la decoración.
Lo peor de todo es que ni siquiera se trata de personas que rentan sus casas, sino de agencias turísticas que planifican cada detalle del hogar para hacerlo pasar como si fuera de una persona y así rentar miles de hogares al día. Un ejemplo es el de San Sebastián, España, en el que el 14.4 % de los anunciantes controlan más del 50 % de la oferta de la ciudad.
Entonces, quizás no todo es como se pensaba, que los hoteles perdieran el poder gracias a que todos los residentes de una ciudad luchaban por ofrecer un mejor servicio, sino que empresas privadas se convirtieron en la nueva opción, en la que parece que incluso el mal puede ser peor. En otras palabras: ¿privatizamos el territorio sin darnos cuenta, todo por buscar hospedajes más baratos? Algunos creen que es esto lo que está sucediendo.
¿Qué piensas tú de todo esto?