Huracanes devastadores, incendios fuera de control, temperaturas que ponen en peligro la vida humana y el deshielo del glaciar apodado “el fin del mundo” son señales claras del avance de la crisis climática. A medida que estos fenómenos aumentan en frecuencia e intensidad, muchas personas experimentan una forma de ansiedad que puede ser paralizante: la ecoansiedad. Frente a un problema tan abrumador, cómo transmutar la energía.
Ecoansiedad: un fenómeno creciente
La ecoansiedad, como explica Sarah Lowe, psicóloga clínica y profesora asociada de la Universidad de Yale, es más que una preocupación pasajera. Se trata de una angustia profunda frente a las repercusiones del cambio climático, que puede manifestarse en pensamientos intrusivos sobre desastres futuros o el temor por el destino de las próximas generaciones.
El investigador Anthony Leiserowitz, también de Yale, advierte que la preocupación se convierte en un problema cuando se vuelve debilitante, interfiriendo con la vida cotidiana. Esta forma de ansiedad afecta de manera especial a los jóvenes. Un estudio de 2021, realizado con 10.000 personas de entre 16 y 25 años en 10 países, reveló que más del 50% de los encuestados experimentaba sentimientos de tristeza, enojo, impotencia y culpa en relación con el cambio climático. El 75% afirmó que veía el futuro como algo aterrador.
De la ansiedad a la acción: pequeñas decisiones con gran impacto
¿Qué se puede hacer para evitar quedar paralizados por la ecoansiedad? Rebecca Benner, directora de Programas Climáticos de The Nature Conservancy, sugiere que el primer paso es informarse sobre las acciones individuales que realmente marcan la diferencia. Sin embargo, destaca que el voto es una de las herramientas más poderosas para generar cambios, tanto a nivel nacional como local.
"Las decisiones tomadas en una pequeña comunidad pueden escalar y afectar las políticas estatales", explica Benner, quien cita el ejemplo de Gardiner, un pequeño pueblo de Nueva York, donde los líderes locales juegan un papel clave en la toma de decisiones medioambientales.
Además del voto, las elecciones diarias en materia de transporte y consumo tienen un impacto significativo. El transporte representa casi el 20% de las emisiones globales de CO2, según Our World in Data. Optar por caminar, andar en bicicleta o compartir el auto son alternativas que ayudan a reducir esta huella. También es fundamental minimizar los viajes aéreos, ya que la aviación es una de las actividades con mayor impacto de carbono.
En cuanto al consumo, priorizar productos locales contribuye a reducir las emisiones vinculadas al transporte de alimentos, especialmente aquellos que se importan por vía aérea. Reducir el desperdicio y el consumo de carne roja —la fuente alimentaria con mayor huella de carbono, según el Consejo de Defensa de los Recursos Naturales— son otras acciones recomendadas.
El poder del diálogo y la acción colectiva
Hablar sobre lo que hacemos por el medioambiente también genera un efecto contagio positivo, según Benner. "El cambio no depende solo de grandes corporaciones y gobiernos; todos debemos contribuir. La clave está en compartir nuestras acciones para inspirar a otros". La pandemia de covid-19 mostró el impacto positivo de reducir actividades contaminantes, lo que provocó una disminución temporal en las emisiones de gases de efecto invernadero.
Participar en acciones colectivas, como el activismo o la educación ambiental, también ayuda a mitigar los efectos de la ecoansiedad. Un estudio liderado por Lowe en 2022 señala que involucrarse con comunidades de personas con intereses afines reduce el aislamiento y genera un efecto positivo en la salud mental. "Discutir y procesar los sentimientos en grupo puede ser un antídoto contra la desesperanza", explica Lowe.
Ambientalismo imperfecto: Un enfoque accesible para todos
Un concepto que ha ganado relevancia es el del “ambientalismo imperfecto”, promovido por Sheila M. Morovati, fundadora de la ONG Habits of Waste. Este enfoque propone que no es necesario ser un ecologista perfecto para contribuir al cambio. Vivir de manera más sostenible “la mayor parte del tiempo” puede generar un efecto dominó que inspire a otros.
"Si aceptamos que la acción climática no necesita ser perfecta, es más fácil que las personas se sumen al movimiento", explica Morovati en un artículo para el Foro Económico Mundial. Este enfoque elimina las barreras y facilita la participación, construyendo una comunidad más amplia en torno a la sostenibilidad.
Naturaleza como terapia: Reconectar para sanar
Pasar tiempo en la naturaleza no solo beneficia al planeta, sino también a nuestra salud mental. Bonnie Schneider, exmeteoróloga de CNN, destaca el efecto terapéutico del contacto con la naturaleza, tanto en niños como en adultos. "Trabajar en el jardín o simplemente estar al aire libre transforma la impotencia en acción", comenta Schneider. Estudios han demostrado que una caminata de 20 a 30 minutos en un entorno natural reduce los niveles de cortisol, una hormona vinculada al estrés.
Curiosamente, incluso quienes han vivido desastres naturales sienten una necesidad intrínseca de reconectar con la naturaleza como parte del proceso de superación. La conexión con el entorno ayuda a reconstruir el bienestar emocional y a desarrollar un sentido de esperanza frente a los desafíos climáticos.
Avanzar hacia la esperanza
Enfrentar la ecoansiedad puede parecer abrumador, pero la acción, tanto individual como colectiva, es la clave para superarla. Si bien la crisis climática es real y urgente, las soluciones también lo son. El cambio comienza con pequeñas decisiones cotidianas, desde votar hasta reducir el consumo y fomentar conversaciones sobre el tema.
No se trata de alcanzar la perfección, sino de avanzar hacia una mentalidad sostenible que inspire a otros. Participar en comunidades de activismo, hablar sobre lo que hacemos y pasar tiempo en la naturaleza son pasos efectivos para convertir la ansiedad en acción.
Como dice Benner, se puede ser “optimista realista”: las soluciones existen, pero necesitamos actuar rápidamente para mitigar el sufrimiento que la crisis ya está causando. El cambio es posible si reconocemos que cada acción cuenta y que, juntos, podemos construir un futuro más sostenible y esperanzador.
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