El árbol genealógico es muy importante a la hora de saber quiénes somos, de construir nuestra identidad. Conocer de dónde venimos no solo nos permite entender nuestro pasado sino que también nos brinda herramientas para desarmar formas de hacer, sentir y pensar que hemos arrastrado de generación en generación.
Para la mujer este proceso toma una importancia particular, porque cada generación incluye a la otra desde su cuerpo, desde su útero. Y ya desde allí se produce una transmisión de miedos, expectativas, deseos, etc.
En ese pasaje las mujeres aprendemos nuestro "rol" como tales. Así, sin saberlo, muchas veces terminamos reproduciendo lo mismo que nuestras madres o abuelas, aún quejándonos de ello.
En esta nota te compartiré algunas de las ideas erróneas que fuimos aprendiendo, con el ejemplo miles de mujeres que hoy se encuentran con trabas o bloqueos emocionales que no las dejan desplegar todo su potencial.
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Cabe mencionar que muchas de las ideas que leerás aquí no se aplican a todos y cada uno de los linajes de mujeres ni son siempre aceptadas como tales. Es decir que en su mayoría funcionan de manera inconsciente, más allá de la voluntad. Es lo que aprendimos y lo que, justamente, venimos a transformar.
La mujer es el sostén afectivo
A lo largo de muchas generaciones, las mujeres hemos aprendido (la mayor parte del tiempo, con el ejemplo) que debemos ser el sostén afectivo de la casa y proveer amor y comprensión pase lo que pase.
Ese rol muchas veces limitó a nuestras antepasadas.¿Qué pasaba cuando esas mujeres necesitaban sostén? Si no se apoyaban entre amigas o familiares, simplemente aceptaban como natural ese rol. No podían pedirle a su hombre (proveedor económico) que sea lo suficientemente sensible para contenerlas.
Esas ideas se trasladaron hasta hoy y pueden hacernos actuar de la misma manera, pensándonos como mujeres que todo lo sostienen y que no necesitan de un hombre afectuoso. Pero estamos a tiempo de cambiarlo. Poder verlo es el primer paso.
El placer es primero del hombre
La mujer ha dejado durante muchas generaciones su deseo en manos del hombre. Así lo aprendieron hijas y nietas. Producto de relaciones donde el hombre era el proveedor, la mujer tenía permitido un placer tan secundario como privado y acotado.
Forma parte del proceso de deconstrucción de la mujer el tomar las riendas de su deseo y el hacer del placer un derecho que también les pertenece.
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Lo primero es la familia
También hemos aprendido a dejar todo de lado para cuidar a la familia, sobre todo a nosotras mismas, nuestros intereses más personales.
Eso ha derivado en mujeres con mayor frustración personal, que no se permitían ni siquiera pedir ayuda a su compañero.