1. Atención a lo que nos enamora.
Lo hemos vivido todos. Conocemos a alguien y tenemos una sensación en el estómago, como si tuviéramos mariposas, y le decimos a la amiga o al amigo: «Me acabo de enamorar». La mente necesita ponerle una etiqueta a la sensación física. Aquello que nos enamora y que no tiene explicación está en relación directa con nuestros programas inconscientes. Decimos que nos enamoramos cuando resonamos profundamente con la información de otra persona.
Nos «juntamos» con esa persona para desarrollar aquel aspecto que necesitamos. Sin embargo, precisamente esos aspectos que inicialmente nos enamoran pueden ser los que más adelante no soportamos y nos molestan. La locuacidad acaba siendo juzgada como verborrea, la firmeza como frialdad, el intelectual acaba siendo unsabelotodo y aquel de quien nos atraía su ternura lo acabamos viendo como débil... esto se produce bien porque no acabamos de integrar esa faceta en nosotros y la juzgamos, o bien porque ya la hemos integrado y consideramos que no necesitamos a esa persona para seguir nuestro camino. Tomar conciencia de esto no significa tener que dejar a la pareja, al contrario, podemos optar por evolucionar con ella.
2. Ser coherente.
Vivir poniendo atención a si lo que pensamos, lo que sentimos y lo que hacemos va en la misma dirección. La Bioneuroemoción nos propone evitar hacer cosas que no nos gustan por querer complacer al otro o, lo que es lo mismo, evitar empezar a hacer cosas que no nos gustan sólo porque creemos que así el otro va a querer estar con nosotros. Es importante mantener la individuación, darnos permiso para seguir siendo nosotros mismos compartiendo la vida al lado de alguien que, a su vez, se da permiso para seguir siendo él o ella misma.
Si en algún momento detectamos que esto no es así, nos podemos preguntar ¿Qué es una pareja para mí? ¿Para qué queremos una pareja? ¿Para no estar solo/a? ¿Para no aburrirnos? ¿Para tener a alguien que nos cuide?, etc. Es fundamental cuestionarnos continuamente para detectar nuestras propias incoherencias, así, dejaremos de querer cambiar al otro para centrarnos en nuestra propia evolución.
3. Vivir en conciencia de unidad.
Si pensamos que la otra persona viene a llenar nuestras carencias seguiremos con ellas y cuando no tengamos al otro vamos a sufrir. En cambio si la persona que está a nuestro lado nos complementa, eso nos beneficia porque nos enseña algo que tenemos que aprender e integrar. Entonces, la otra persona es nuestra bendición y no nuestra desgracia.
Cuando vivimos desde la conciencia de unidad dejamos de vivir en la proyección para empezar a vivir en la extensión. Es decir, comprendemos que no hay dos, sino una unidad que se complementa. Siempre estamos frente a nosotros mismos. De esta manera podemos dejar de ser lo que pensamos que somos para darnos la oportunidad de ser lo que somos.
Cuando nos enamoramos lo primero que solemos querer es poseer al otro y, cuando creemos que lo tenemos empezamos a tener miedo a perderlo o a perderla, entonces nos descubrimos posesivos. Esa es la primera muestra de la carencia de amor hacia uno mismo. El auténtico amor no ata a nadie, no quiere poseer. El amor más libre es vivir con alguien el momento presente, sin rencores por el pasado, ni miedos por el futuro; sino con agradecimiento hacia la otra persona, por compartir la vida y ayudarnos a conocernos mejor a nosotros mismos.
Las personas que disfrutan relaciones satisfactorias y estables son seres equilibrados. No andan en busca de alguien que "llene un hueco". Reconocen su propia valía.
Andrew Matthews.