México, São Paulo, Buenos Aires. Las tres mayores metrópolis de América Latina viven muchos desafíos ambientales y sociales, pero también gozan con alegría los sabores, aromas y colores de sus ferias y mercados. Allí vendemos y compramos en pequeñas cantidades alimentos frescos, ropa, muebles, artesanías, objetos útiles y otros aparentemente inútiles.

Nuestras ferias y mercados son mucho más que espacios comerciales. Por eso los modernos shoppings no logran reemplazarlos. De las tres metrópolis, los mercados y ferias mexicanos, por su enorme número, tamaño y variedad, se llevan el primer premio.

Dicen que el “tianguis” de San Felipe es el más grande de Latinoamérica. El mercado La Ciudadela se especializa en artesanías. El mercado Sonora, con sus comidas y hierbas medicinales, es uno de los más tradicionales. El moderno y pequeño mercado Roma se dedica a la comida gourmet. El mercado de Chácharas o mercado de antigüedades Cuautémoc es uno de los muchos mercados de pulgas de la ciudad. El mercado de San Juan, donde antes se vendieron esclavos, hoy fusiona varios mercados en uno. Allí uno puede comprar desde pez espada ahumado a chapulines colorados, desde artesanías a carne de avestruz.

Pero lo surrealista no está sólo en México. Hay ferias donde vendemos y compramos deseos corporizados en miniaturas, como en Alasita, la extraordinaria feria anual de la comunidad boliviana en Buenos Aires.

tianguis

Cada gran feria y cada mercado es un corazón local que sorprende con sus sonidos, colores, texturas y aromas. Son lugares donde los que no somos locales podemos sentir el pulso, la vibración de una sociedad. Los mercados son el sitio ideal para la comunicación intercultural, a menos que uno prefiera la mayor amplitud, dispersión y velocidad de Internet. Pero, claro, los mercados y ferias reales no nos aíslan. Por el contrario, potencian la nueva tendencia de arquitectura urbana que valora el espacio público con la gente, al ritmo de la gente.

En esto vale, como en casi todo, animarse a experimentar. Y experimentar es, ante todo, aprender a equivocarse. Aprendamos, por ejemplo, de un error: en Buenos Aires, cuando el Mercado del Abasto fue cerrado en 1989 y reemplazado por un centro comercial con un supermercado, el histórico barrio del Abasto perdió el lugar en torno al cual giraba. El tejido comercial disuelto arrastró al residencial: las casas se abandonaron y fueron ocupadas ilegalmente por las capas sociales más necesitadas. Lo que había sido un activo barrio comercial popular cambió su paisaje urbano por un área con menos inversiones y nuevos conflictos, entre antiguos vecinos y ocupantes ilegales. Aún no logra recuperarse, pese al surgimiento de algunos restaurantes peruanos y a los esfuerzos por poner en valor un pasaje vecino dedicado al tango.

El Mercado de Pulgas de Colegiales, en Buenos Aires (Argentina), que estaba degradándose, en 2013 fue mejorado con la participación de sus comerciantes y se agregaron pequeños restaurantes. A la gente le gusta la efervescencia de los mercados y ferias, y si esa algarabía se logra manteniendo cierto orden y limpieza, mucho mejor. El barrio y el Estado supieron recuperarlo. El Mercado de San Telmo (Buenos Aires, Argentina), núcleo histórico porteño asociado al tango, ha expandido con bastante éxito su área de influencia.

Con varios integrantes y lectores de Bioguía, desde la Agencia de Protección Ambiental de Buenos Aires, lanzamos hace unos 10 años la Feria de Consumo Responsable en pleno centro de Buenos Aires. Desde entonces, pese a los vaivenes, persiste todos los domingos, gracias a los feriantes, que la hicieron propia. Los paraguas que cuelgan del cielo sobre esa feria han logrado protegerla. Otra feria que merece ser visitada es la de la Feria del Productor al Consumidor en la Facultad de Agronomía (Universidad de Buenos Aires). Hay varias más.

feria san pablo

La Avenida Paulista, columna vertebral de la potente São Paulo, cada domingo a la tarde es peatonal y se llena de gente con grupos de artistas cantando, bailando, haciendo piruetas y varias ferias. Totalmente ecléctica, como lo son las megaciudades. Una gran feria artesanal la acompaña desde el parque Trianon. Pero el orgullo de todo paulista es el Mercado Municipal, que data de 1933 y fue puesto en valor hace unos años sin alterar su formato original. Hoy es todo un éxito. A los usuarios locales, que lo siguen llamando el “Mercadão”, se agrega el turismo patrimonial y gastronómico, ya que ha logrado hacer de su enorme sándwich de mortadela un ícono de atracción turística. Si alguien duda porqué, basta con ver en YouTube al inolvidable chef y viajero Anthony Bourdain comiendo uno.

Las ferias y mercados evolucionan, cambian sus temas, sus horarios y sus atractivos al ritmo de los cambios sociales. Potenciarlos a su alrededor con más espacios públicos peatonales, difundirlos mejor, desarrollarlos para recibir turistas, promover allí de mil formas un consumo más responsable y consciente en esos lugares, impulsar en ellas la reutilización, la separación de residuos y su reciclado, es darles un papel más activo en la lucha contra el cambio climático, mientras se consolidan como espacios de encuentro y de convivencia de muchos mundos. Es generar más oportunidades para muchos, en tiempos de crisis económicas, y a la vez es afianzar el sentimiento de ciudadanía local y global.