Alina Ruiz es cocinera y tiene su propio restó en El Impenetrable (en la provincia del Chaco, en Argentina) y muy cerca del parque nacional del mismo nombre, más precisamente dentro de su chacra dedicada a la producción de melones y sandías, así que en el verano y junto a su familia vende estas bellas cucurbitáceas al costado de la ruta.
Su restaurante se llama Anna en homenaje a su abuela y allí ofrece comidas donde se fusionan lo criollo, lo sofisticado y la comida “pura naturaleza”, ya que todo lo que se consume proviene de su propia chacra o de algún `productor vecino. El menú que se destaca consiste en 6 pasos que permiten de gustar entradas, platos principales y postres. Y todo acompañado de manteles, vasos y servilletas que son una maravilla al tacto.
Además de todo esto, ahora Alina, con la idea de darle valor agregado a la algarroba como producto autóctono de la zona, está incursionando en la elaboración del primer Whisky de algarroba
“El monte es fuente de infinidad de recursos, solo hay que ponerlos en valor y esto lo estamos desarrollando junto con Del Sur Secret Distillery, una destilería experimental patagónica de los hermanos Puricelli, en Cipolletti, Río Negro. Confiamos en ellos para elaborar nuestra primera cerveza de algarroba y ahora estamos en la segunda etapa de nuestro propio whisky” Explica Alina.
“Nosotros, en familia recolectamos la algarroba, que es la vaina del algarrobo, elaboramos las diferentes moliendas y luego enviamos el producto para que ellos comiencen el proceso de destilación. Es apasionante”.
Pero volviendo al “fuerte” de Alina que son las comidas con ingredientes de su chacra, lo que se destaca es el guateado, una comida que recupera las técnicas de cocción de los pueblos originarios, donde las carnes se cocinaban bajo tierra con fuego. Es un caparazón de barro en cuyo interior hay un lienzo que contiene carne, mandioca, cebolla y condimentos. “Pero ese es el tercer plato”, die Alina. “Empecemos por lo primero”.
- ¿Qué es “lo primero”?
Una entrada consistente en un árbol de madera en miniatura en cuya copa hay 4 pancitos de mandioca que simbolizan las plantas de pomelo que abundan por aquí.
- ¿Luego qué viene?
Sorrentinos rellenos de charqui (carne secada al sol) con salsa de zapallo cabuto que tiene este color tan anaranjado.
- ¿Hay postre?
A falta de uno, dos. Pero primero 3 granitas para limpiar la boca y así pasar con fluidez de lo salado a lo dulce. Los sabores son: de sandía, de ucle (el fruto de un cactus) y de pomelo.
- De acuerdo, pero volvamos a los postres…
Empezamos con un brownie de algarroba con un semifreddo de cedrón y jalea de naranja ácida llamada apepú. Luego, alfajorcitos de harina de mandioca y té negro en hebras. Sienta por un instante el aroma de esta infusión…
- Alina, ¿cómo definís tu cocina?
Mi comida es “Kilómetro Cero”, de la chacra al plato. Y es verdaderamente así porque todo esto que vamos a comer fue producido a pocos metros de donde estamos ahora.
- ¿En qué te inspirás para cocinar?
Siempre en los sabores tradicionales de mi tierra con un toque gourmet tanto en la presentación como en la combinación de ingredientes.
- ¿Y qué te dicen tus comensales?
Se sorprenden, me preguntan cómo hice las recetas, disfrutan de los platos, cierran los ojos para sentir mejor los sabores...
- De algún modo, es más que “venir a comer”…
Es una experiencia visual, olfativa y táctil que acaricia el paladar y va un poco más allá.
Sin lugar a dudas, la cocina es una experiencia dónde no solo degustamos la comida si no también los valores y el cariño de las personas que preparan la comida, Alina es un notable ejemplo de ello.
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