Jugar todo el día o descansar sin que me molestaran. Dormir hasta tarde los fines de semana y desvelarme viendo todos los programas que quisiera. Salir con mis amigos sin pedir permiso, regresar a la hora que se me diera la gana o ni siquiera regresar. Crecer y hacer todo lo que siempre quise, ese era mi sueño. Seguramente ese era el sueño de todos, bueno, ¿Cómo nos va con eso?
El sueño de algunos se transformó en una pesadilla kafkiana llena de burocracia, dolores en partes del cuerpo que no sabíamos que existían, preocupaciones y pequeños compromisos y obligaciones que nos quitan gran parte del día.
Crecimos sin darnos cuenta y mientras más lo hacemos, más nos damos cuenta que no sabemos lo que estamos haciendo. Nos dicen adultos, pero todos los días nos vemos en el espejo sin saber qué es lo que sigue. Crecer fue una trampa. O tal vez no. Tal vez nos estamos equivocando quienes lo vemos así.
Los sueños de adultez no son fantasías de niños. Son promesas rotas de una vida que nos atrapa en una espiral interminable de obligaciones sin sentido. El trabajo se convierte en una soga que nos obliga a permanecer en un radio de unos cuantos kilómetros a la redonda, imposibilitando la oportunidad de viajar tanto como queremos.
Los fines de semana son demasiado cortos y se ven siempre ocupados por las obligaciones que no podemos cumplir entre semana, dejando solamente un día para convivir con nuestros amigos, nuestra familia o por lo menos descansar antes de comenzar un ciclo una vez más. ¿Vives así? ¿Y es lo que te da la gana?
Pero... ¿Seguro que no hay alternativa?
¿Todo está perdido? Tal vez aún tenemos tiempo de recuperar la esperanza de antes. Nos dijeron que siguiéramos nuestros sueños y tal vez en algún momento nos desviamos de ese camino, pero ahora nos encontramos con la oportunidad.
Cada segundo es una nueva oportunidad de mirar atrás y decidir cambiar de rumbo, de tomar la decisión que hará que nuestro yo de hace muchos años se sienta orgulloso, no sólo de lo que hacemos para vivir, sino de lo que somos capaces de vivir.
Piensa quién eres y qué quieres, siempre recuerda qué esperabas de ti. Ahora visualiza tu vida en unos años. ¿Vas a dejar que de nuevo la vida y la suerte te lleven por otro lado o vas a pisar firmemente y seguirás el camino que tú quieres?
¿Ahora sí vas a hacer lo que te de la gana?