Parece que la vida no tiene sentido, y es verdad. Es como si algo en nosotros hubiera muerto y también es verdad. Terminar una relación, esa relación, la que tanto significó y por la que hiciste lo imposible, la que transformó tu realidad y te llevó por caminos inexplorados, implica perderlo todo y volver a comenzar.
Se trata de morir y obligarte a renacer.
La persona a la que le dijimos “amor de mi vida” ya no está, pero no significa que esas palabras fueran mentira. Realmente lo creíamos, tal vez aún lo creemos, pues seguir adelante sin ella no implica una traición, sino una necesidad de crecer sin hacerse daño. Todos somos seres dañados y rotos y a veces una persona llega para ayudarnos a curarnos, pero eso no implica, por más que lo forcemos, a que esté ahí para siempre.
Puede ser el amor de nuestra vida, pero eso no significa que su partida termine con nuestra vida en realidad, sólo con esa vida metafórica que se vivía a su lado, entre sus brazos y que respiraba cada vez que sus labios se unían en un beso.
No temas, no te arrepientas, pues si el amor fue sincero, fue verdadero y eterno. El dolor de perder algo siempre es insoportable al principio, pero a pesar de todo lo bueno, hay un factor llamado realidad que nos obliga a entender que a veces las personas que parece que nos acompañarán hasta la muerte, son relaciones temporales de las que sólo podemos aprender y agradecer el tiempo que están con nosotros.
Después de eso, viene el renacimiento. Quédate con lo bueno, aprecia y recuerda que lo malo sí existió, pero ya no puede hacerte daño. Tal vez no sea buena idea hablar con esa persona, tal vez nunca puedas volver a hacerlo, porque una parte de ti sabe que ese “amor de tu vida”, aunque pasen los años, siempre te moverá la tierra.
Puede ser peor, puede que esa persona regrese un día y te decepcione porque la idea que guardaste de ella ya no es lo que refleja en realidad, que las cosas cambiaron tanto que ahora sabes que el recuerdo no es algo tangible, sólo una memoria de un tiempo que nunca regresará. Sí, dale su lugar, entiende que fue el amor de tu vida, pero esa vida está atrás, con otras mil que ya viviste y que tienes mil vidas por delante.
No todas las personas nos marcan de la misma manera, hay lugares protagónicos imposibles de olvidar y tal vez pronto encuentres a otra persona. Después del dolor, la nostalgia y la ansiedad de no ver al “amor de tu vida”, alguien más llegue. Primero sentirás que traicionas a quien ya no está, luego te sentirás mal por no poder sentir lo mismo por esta persona y después entenderás que una cosa no va con la otra.
Podrás amar sin ataduras ni restricciones y podrás recordar, con el corazón abierto, a la persona que te enseñó tanto, que ya no está en tu vida, pero recordarás sin dolor, sin rencor y con una sonrisa, pues si realmente fue el amor de tu vida –otra vida– sólo puedes esperar que sea feliz con alguien más así como tú lo eres ahora.