¿Qué significa ser feliz? ¿Cuándo podemos decir que realmente "somos felices"? ¿Cuál es el secreto para alcanzar la felicidad? Éstas son algunas de las preguntas que muchas personas (y quizás seguramente tú también) alguna vez se hicieron.
La felicidad aparece como uno de los deseos más universales. Sin embargo, parece difícil de alcanzar o bien, de mantener. Es que vivimos en un mundo repleto de publicidades, y conectado por redes sociales donde lo que resalta siempre es la imagen, la sonrisa y una aparente "perfección" que va de la mano del éxito y la riqueza; y, por supuesto, también del consumo. Parece que cuanto más y "mejor" podemos adquirir, más se eleva nuestro nivel de felicidad. Aunque ésta no es, como parece, una ecuación perfecta.
La Doctora en Sociología y profesora de Sociología del consumo en la Universidad de Bologna (Italia), Roberta Paltrinieri, es uno de esos casos en que la felicidad toma otro rumbo, ¡y funciona!
Ella señala en una entrevista, que a partir de una toma de conciencia sobre lo que ocurría a su alrededor, decidió optar por lo que llamó "una felicidad responsable". Junto a su familia eligieron comenzar a practicar hábitos de consumo sostenible, como la separación de residuos, el cuidado del agua, y el intercambio con otras familias.
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¿Qué es la "felicidad responsable"?
Como señala en la entrevista realizada por un medio argentino: “Es un modo distinto de pensar el bienestar individual y colectivo. Es la superación de un modelo cultural que hizo del ‘Consumo, luego existo’ el leitmotiv de los últimos treinta años, a favor de un modelo cultural que valorice las relaciones antes que los símbolos de status”.
Desde los años ´50, las sociedades han estado muy incentivadas al consumo, por la necesidad misma de la economía mundial para reactivarse después de la guerra. La publicidad fue ligando ese consumo a una idea de felicidad que nunca se satisface por completo.
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No es ninguna novedad decir que con el consumo de cosas materiales, muchas veces se intentan de tapar angustias o tristezas muy profundas que muchas veces, el mismo ritmo de las ciudades no permite el lugar para que emerjan y puedan elaborarse.
De hecho, el PBI no es indicador directo de felicidad. Por ejemplo, de acuerdo al Informe Mundial de la Felicidad de 2017 realizado por el Sustainable Development Solutions Network, no solo midió el PBI per cápita, sino también otros indicadores relacionados con la educación, el sistema sanitario, el político, la libertad de elección, la visión de corrupción de su sociedad, la esperanza de vida saludable, tener a alguien con quien contar, etc.
Pero para la socióloga, éste no es un círculo sin salida. En la solución ella coloca el bienestar colectivo alrededor del cual es posible construir otro modelo donde las relaciones de confianza y, especialmente, los vínculos sean la clave de una felicidad más sincera y menos idílica que la que muestran los anuncios, o las mejores fotos de Instagram.
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