El Super Bowl, nombre con el que se conoce al partido final de la National Football League de fútbol americano, que este año se celebró el domingo 5 de febrero entre los Patriots y los Falcons, es para muchos estadounidenses el día más esperado del año.
Sin embargo, aunque todo el mundo suele estar al tanto de la competencia y al día siguiente todos conocen el resultado, pocos saben uno de los datos más significativos: en Estados Unidos, el día del Super Bowl, que siempre está fijado para el primer domingo de febrero, es el día más consumista del año.
Gran parte de consumismo generado por el Super Bowl tiene que ver con los alimentos (o más precisamente, la comida chatarra) que los fanáticos acostumbran a consumir.
Durante cada final de la liga, se calcula que los estadounidenses consumen 1.330 millones de alas de pollo, 14.500 toneladas de papas, 4.000 toneladas de palomitas de maíz y 50 millones de cajas de cerveza. El consumo de comidas en las fechas del Super Bowl solo es superado en Estados Unidos por el día de acción de gracias. Las cadenas de venta de pizza a domicilio señalan que ese día sus ventas se duplican.
California Avocado Commission dio a conocer también, hace algunos años, que ese día se consumen 3.2 millones de kilogramos de guacamole. Un dato curioso y también preocupante es que, el día siguiente, las ventas de antiácidos aumentan en un 20%.
Otro aspecto importante para el consumo es la venta de televisores: en algunos años, el día anterior al gran partido se vendieron cinco veces más televisores que en un día normal.
El superconsumismo en el día del Super Bowl no es algo nuevo, sino que se viene replicando año tras año. En 2010, hubieron 7.5 millones de fiestas durante la final tan solo en Estados Unidos, en las cuales participaron 43.9 millones de personas. El primer domingo de febrero ya ha quedado señalado como el día más consumista del año.
Todos estos datos hacen referencia solamente al consumo individual de los ciudadanos promedio: no se están contando aquí las cifras multimillonarias que se gastan en pasajes y boletos para asistir al partido en vivo, ni los millones que las empresas invierten en publicidad, ya que la audiencia de la final en televisión suele superar todos los récords.
No está mal disfrutar de una competencia deportiva, pero vale preguntarnos: ¿es necesario el consumismo desenfrenado que se desata? Este año, las empresas de comida chatarra volvieron a ganar mucho más que el equipo que triunfó.