A veces parece que el estrés es cosa solo de adolescentes y adultos, pero en realidad los niños también sufren de estrés, tanto o más que sus familias. Esto puede suponer un fuerte impacto en el desarrollo de los infantes por su vulnerabilidad y por estar aún en proceso de formación, así que debemos aprender a reconocerlo y ofrecer algunas medidas para mitigarlo.
Las causas del estrés infantil se concentran en tres ámbitos.
El ámbito familiar, vinculado con la relación a los padres, hermanos, un cambio de residencia y la relación entre los padres de la familia. El ámbito escolar, el exceso de tareas, las malas calificaciones y la sensación de ser o no aceptados pesan sobre el estado de ánimo de los niños. Finalmente, el ámbito de la salud se relaciona con las enfermedades que pueda sufrir el niño.
Estos factores pueden tener consecuencias en el comportamiento de los niños. Algunos de los síntomas comunes a los que hay que estar atentos son la baja autoestima, alteraciones en el sueño, sentimientos de incapacidad, aparición de tartamudez, problemas digestivos, pérdida o aumento de peso o la disminución de la capacidad para prestar atención.
Para afrontar estos síntomas, es necesario que los padres en conjunto asuman estrategias, entre las cuales se pueden tomar en cuenta las siguientes:
• Técnicas de relajación apropiadas para la edad del niño
• Practicar algún deporte
• Promover hábitos saludables de alimentación, sueño e higiene
• No saturar a los niños con tareas, sobre todo si no son gratificantes
• Escucharlos activamente y ayudarlos a que expresen sus emociones
En cualquier caso, los padres siempre deben hacer su mejor esfuerzo para promover los recursos y fortalezas necesarios para que los niños puedan afrontar los retos propios de su desarrollo. El objetivo es que haya una comunicación abierta entre padres e hijos y por medio del ejemplo los niños aprendan a reconocer y expresar sus emociones.