Es común preguntarnos si en la vida pudimos haber tomado otro camino: tal vez si supiéramos desde el principio cuál era la respuesta, o por lo menos qué era lo mejor para nosotros, tendríamos las cosas más fáciles.
Es importante saber que siempre podemos tomar el rumbo que queremos, pero costará trabajo y dedicación. Sin embargo, mucho acerca de nuestra actitud y personalidad fue moldeada durante nuestros primeros años. La forma en la que somos tratados por los adultos durante la infancia es realmente importante a la hora de saber quienes somos.
Buscamos la independencia en nosotros y nuestros seres amados, sobre todo en nuestros hijos. Sin embargo, también caemos en prácticas conservadoras que nos limitan a formar esa independencia que vemos en otras personas. Es que durante generaciones las cosas parecían muy obvias, pero hay personas como María Montessori que demostraron otro camino.
Filósofa y pedagoga, sus métodos de aprendizaje y formación siguen siendo vanguardistas en gran parte del mundo, y es que en lugar de considerar a los niños incompetentes para casi cualquier cosa, ella predicó que un carácter fuerte e independiente era producto de una educación personalizada y llevada al ritmo de cada niño.
Si creemos que todos los niños aprenden por igual, limitamos las capacidades de algunos y también obligamos a otros a ir por un camino que seguramente no les conviene. Montessori creía que cada niño debe aprender lo que él quiere. Esto no significa dejarlos hacer lo que quieran ni quitarles las reglas, sino educarlos para que piensen por si mismos y no a través de lo que todos les dicen.
Autonomía y obligaciones
Según el punto de vista de Montessori, de dos a tres años es suficiente edad para comenzar a darle a los niños tareas sencillas, si es que son aptos para la responsabilidad, y claro siempre deben ser supervisadas. Hay que darles a entender que son capaces de hacer las cosas por su cuenta y felicitarlos por los logros.
Pueden comenzar a vestirse solos, guardar sus juguetes, poner la mesa y tener cosas en la mano siendo responsables de no romperlas.
Cuando crecen, es importante que la casa esté acondicionada para su estatura, que la seguridad sea lo primordial y entonces ya puedan desenvolverse sin ningún peligro. Prepararse desayunos sencillos (como servir el cereal y la leche), peinarse por su cuenta y algunas tareas domésticas son buenas responsabilidades para los primeros años.
Hazlo sentir útil
Otra de las claves para criar niños indepentientes, en las que este tipo de educación se diferencia mucho de cierta crianza más tradicional, es hacer sentir útiles a los niños. No remarcar todo el tiempo que aún son jóvenes para hacer ciertas cosas o que "de grandes van a entender". Al contrario: que sepan que sus aportaciones son importantes y que cuentan. Eso les dará la seguridad para seguir adelante por su cuenta y poco a poco hacerlo por convicción y no por aprobación externa.
Al cumplir siete u ocho años, los chicos ya son mucho más capaces. Según Montessori, de los dos a los ocho años los niños experimentan los cambios más importantes de sus vidas, por lo que se debe asentar autoestima sana y ayudarlos (no forzar) a formar su identidad. Para este momento, debe ser responsable de todos sus deberes en casa y en la escuela, todo a partir de la confianza, no del autoritarismo. Sin embargo, es importante entender que los niños crecen a ritmos distintos, por lo que si vemos que alguien ya domina esas tareas y otro no, no hay que regañar al segundo, sino ayudarlo a crecer a su ritmo.
Confianza, seguridad, respeto y autonomía. Las bases de Montessori parecen obvias, sin embargo es un proceso lento que dura años. Muchas personas, al no ver resultados inmediatos, pueden creer que no funciona, sin embargo la apuesta a largo plazo siempre resulta más satisfactoria.