La idea de proyectar una familia hace a muchas personas del mundo entero detenerse y preguntarse por el tipo de vida que llevan y el que les gustaría ofrecer a sus hijos en el futuro. Por eso, muchas parejas jóvenes deciden dar un giro a sus vidas y transformar su realidad para que el pequeño que los acompañe crezca viviendo bajo el paradigma de la sustentabilidad y pueda desarrollar una conciencia más atenta al entorno humano y ambiental.
Éste fue el caso de Magnus Popp y Virginia Mirré, una pareja de biólogos (él noruego y ella argentina) que vivían en Oslo junto a sus dos hijos mellizos, Tristán y Timea, y decidieron dejar todo para construir la casa de sus sueños: un hogar autosustentable. El lugar elegido fue Carmelo, Uruguay, el país que ganó el año pasado el Solar Decathlon con el diseño de la mejor vivienda sostenible.
Pero afrontar esa decisión fue todo un esfuerzo. Ahorraron lo más que pudieron y se mudaron a 12 mil kilómetros de su hogar, al sitio al que habían viajado juntos años atrás y del cual se habían enamorado. Allí los esperaba un predio de nueve kilómetros vacío, esperando para construir, sobre él, la casa que tanto anhelaban.
"Dejar de ser un investigador de tiempo completo para vivir en el campo en Uruguay, tratando de construir mi propia casa y producir mi propia comida, fue un gran desafío", señala Magnus.
En lugar de alquilar otra casa durante el tiempo de la construcción, la familia compró un contenedor para instalarse en el mismo terreno y así evitar los gastos y el traslado constante.
En el mientras tanto, el total de la energía eléctrica que consumen en el contenedor provisorio es producida por doce paneles fotovoltaicos instalados en el techo que, durante el verano, son capaces de producir tres mil watts por hora que almacenan en baterías en una pequeña habitación. Aunque aun compran el gas para cocinar y calentar, proyectan utilizar en un futuro calentadores solares.
Además, el agua que beben es de pozo y planean recolectar agua de lluvia. También diseñaron cañerías para separar las aguas negras de las aguas grises. Las primeras van a una cámara séptica que procesa los sólidos, y los líquidos son trasladados a un filtro para acabar en la tierra. Por otro lado, las aguas grises, de la ducha y la cocina, son reutilizadas para riego.
La casa definitiva estará hecha de madera reciclada, barro y paja; y se basarán en el concepto de Earthship de Michael Reynolds, el arquitecto que diseñó la escuela autosustentable en Jaureguiberry. Por eso, años atrás, la pareja viajó a Nuevo México para estudiar y conocer ese sistema de construcción.
Además, la casa autosustentable no estará conectada ni a la red de gas, ni a la de luz, ni a cloacas. Creen, además, que no precisarán calefacción, ya que el modo de construcción permitiría mantener la temperatura.
Los mellizos van a una escuela semi-rural y, mientras tanto, Magnus se encarga de la construcción y Virginia, de la huerta. Hasta agosto él está, además, trabajando en un proyecto de investigación a distancia y piensa seguir colaborando en el área, además de vender vegetales orgánicos u otros productos que ellos mismos fabriquen.
"Esperan que los investigadores y los ingenieros resuelvan el problema. Pero la solución no está en crear energía más barata, más pura o más limpia; la solución está en consumir menos, en necesitar menos. Y el mundo no está yendo en esa dirección", señala Magnus con la convicción de haber tomado un camino que quizás no sea el más fácil; pero que le parece el más auténtico.
Conoce más sobre ellos en el siguiente video: