Por Celeste Gómez Wagner
La Unión Europea se encuentra en medio de un debate agitado donde el centro es, nada más y nada menos, la alimentación de los pueblos que lo conforman y el modelo de agricultura que los provee.
Nuevamente la multinacional estadounidense Monsanto, que se volvió conocida en todo el mundo por producir y comercializar semillas modificadas genéticamente, aparece en el centro de la discusión. ¿Por qué? Porque es quien comercializa el herbicida más vendido en todo el mundo (“Roundup”) que contiene glifosato como activo principal, y que resulta muy efectivo para terminar con las malezas y plagas que no sean los cultivos que crecen a partir de las semillas modificadas genéticamente por la misma compañía.
Este activo fue clasificado como “probablemente cancerígeno para los seres humanos” en 2015 por la Agencia para la Investigación sobre el Cáncer, dependiente de la OMS; y, además de estar asociado con muchas enfermedades, se encuentra en el aire, la lluvia, la tierra y los cuerpos de los habitantes de los sitios donde se utiliza.
¿Cuál es el centro de la disputa ahora? El término de la licencia que autorizó su uso dentro de la Unión Europea durante 15 años. A diferencia de otros países del mundo, aquí la decisión debe tomarse en bloque. El 30 de junio La Comisión Europea debe pronunciarse, y eso ha desatado la disputa entre los países miembro en torno a su posible renovación.
No resulta casual que a poco de llegar al límite de tiempo, la Reunión Conjunta sobre el control de plaguicidas de la OMS y la FAO emitiera un informe que ahora relativiza el riesgo del glifosato diciendo que: "Concluimos que es improbable que el glifosato cause un riesgo de cáncer a humanos mediante su exposición en la dieta".
Esto generó una polémica que también incluyó a los estudios científicos y que puso en evidencia la pregunta por los intereses que existen por detrás de muchas de las investigaciones que se hacen conocidas.
A mediados de mayo, la Comisión decidió posponer el voto por segunda vez, al no lograr un acuerdo entre los países. Ahora, si no se llega a un consenso antes de la fecha límite, el glifosato no podría ser utilizado legalmente en la Unión Europea y eso podría generar un cambio en el modelo de agricultura, tal como viene desarrollándose hasta ahora, ya que incluso podrían restringirse la llegada de productos con este activo al bloque de países.
"Una opción es que prorroguen la licencia por un plazo determinado, para poder lograr la mayoría. Otra opción es que llegado el 30 caiga la licencia en forma automática y la tercera opción es que se reúnan y aprueben la renovación de la licencia", señaló Luis Mogni, consultor.
Aun así, mucho resta para que podamos alcanzar un modelo de agricultura sostenible; pero ésta podría representar una posibilidad de generar un cambio, un ejemplo para el resto del mundo, y una evidencia de una mayor conciencia sobre el uso de los agroquímicos en la agricultura, y su incidencia en la salud y el ambiente.
Sin duda alguna, la mayor victoria, en este caso, deberíamos atribuírsela a la lucha de miles de activistas a lo largo de todo el mundo en defensa de los recursos naturales, la salud, el cuidado del ambiente, y de la vida misma de todos los pueblos.