Millones de personas sucumben ante la necesidad de aprobación. De chicos, nos entregan una copa y nos enseñan a ir llenándola a través de generar vínculos de dependencia emocional con los demás, por más cotidianos que nos parezcan.
Si eres de las personas que viven desesperadas por complacer a todos y buscar la aprobación, al punto tal de que te importa más lo que digan de ti, que tu propia libertad, estás en serios problemas.
Cuando sonríes aunque no tienes ganas; o le dices a tu hijo “dale un beso a la tía” aunque el bebé no tenga ni la más mínima gana, es posible que estés empezando a llenar esa copa de aprobación.
Esta imagen se sustenta en una realidad: todos necesitamos aprobación, porque vivimos en un mundo social de co-creación e interacción.
Sin embargo, hay una enorme diferencia entre necesitar ser queridos, amados, cuidados y considerados, con la búsqueda frenética de aprobación, cueste lo que te cueste.
El precio automático de buscar aprobación
La baja autoestima, la referencia totalmente puesta en lo externo y una sensación de poca valía son algunos de los costos que pagas automáticamente cuando pones fuera lo que necesita fortalecerse por dentro.
Si esperas de los demás que “te completen” internamente ese vacío que sientes, llenándolo con sus palabras, gestos y hasta con actitudes negativas que tu consideras valiosas “porque vienen de alguien a quien me enseñaron a tener consideración y respeto”, estás perdido.
La búsqueda de aprobación es algo que tú mismo generas a partir de las relaciones, y, sobre todo, por la forma en que te han inculcado que debes vincularte.
En entornos opresivos, donde el deber ser era más fuerte que tu quiero o tu elijo consciente, es posible que hayas desarrollado este comportamiento limitante que, de adulto, seguro podrías estar repitiendo en muchas áreas de la vida.
Una consecuencia fatal es la baja autoimagen que tienes acerca de ti mismo. Es tan baja, que posiblemente sigas apuntalándote lo que te quede de integridad y autoconfianza en esas voces externas de la aprobación de los demás. Y nada de eso sucede, porque lo mejor que puedes hacer es reforzar tu propia voz, y así, en el tiempo, validar tu yo, tu Ser íntegro y esencial.
Señales de que vives buscando aprobación
Todos queremos la aprobación de nuestros pares o seres queridos, buscarla a veces es inevitable. Sin embargo, estas son las señales de que eso te está afectando más de la cuenta.
- No saber decir que no;
- Mostrarte muy amable y condescendiente cuando estás en desacuerdo con lo que se dice;
- Sonreír cuando no tienes ganas;
- Dejarte manipular por los demás, incluso si sufres;
- Cambiar tu opinión para evitar un roce o conflicto, aun cuando esto va en contra de tus principios;
- Posponer tus deseos y anhelos para complacer el de otro;
- Sentirte triste cuando los demás no aprueban alguna de tus ideas que, para ti, son muy importantes;
- Depender del aplauso de los demás para sentirte bien.
- Sentir que serás castigado si no sigues el designio que te marcaron los otros.
Reconstruyendo tu auto-imagen
La autoimagen es la imagen que tienes acerca de ti. Todo lo que ves hoy manifestado en el mundo se construyó en base a esto, mal que te pese. Si tienes éxito, has sabido aplicar cierto dominio de ese aspecto. Si no tienes un peso y siempre te lamentas de tu limitación económica, esto también lo has creado, aunque no puedas aceptarlo en forma consciente.
De nada sirve echarle la culpa a tu familia, al gobierno, a tu pueblo y al mundo global; porque, en definitiva, no es poniendo fuera, sino dentro tuyo, desde donde podrás generar la transformación que quieres.
Si bien la autoimagen se conforma con el feedback/retroalimentación que nos dan las otras personas, si sólo la basas en esas opiniones externas vivirás dependiendo de los demás y de su visión -acertada o no- acerca de ti, la vida, el mundo y las cosas. Es decir: le entregarás tus manos para que te pongan unas esposas que te encadenarán de por vida.
Es claro que recibir elogios o palabras agradables nos ayuda a sentirnos mejor. Aunque mucho más positivo aún es generar esto nosotros mismos. Cuando entregas tu bienestar en boca o manos de otro, le ofreces tu libertad. Y puedes imaginar lo que pasa.
En ciertas disfunciones familiares -como fue mi caso-, era necesario entregar el poder al “Dios de la opinión” del sacerdote del pueblo, del tío aquel supuestamente más inteligente que mis padres, o la figura de autoridad del momento.
Si creces y vives tu vida desde ese lugar, te sentirás en una cárcel de la que no podrás escapar fácilmente.
- El primer paso es aceptar que no estás hecho para agradarle a todo el mundo. Mal que te pese, el mundo cambia y se transforma, como lo hacen incluso aquellos a los que has entregado tu poder interno. Una cosa es buscar puntos de contacto y acuerdos saludables, y otra, muy diferente, es quedarte amarrado a tu sufrimiento sólo por complacer a los demás. Empieza de a poco a soltar esta tendencia que te limita. Observa qué pasa internamente si dices que “no” más frecuentemente. Aprende a dominar tus emociones cuando los demás no están de acuerdo contigo.
- Si eres un ser libre, el segundo paso es saber que tú vales tanto como las demás personas. No se trata de ser soberbio ni arrogante, sino de ejercer tu principio fundamental como ser humano. Prueba, por ejemplo, tomar tus propias decisiones, más allá de las voces que has escuchado hasta ahora. Al principio puede que sea incómodo; la práctica te dará la destreza suficiente.
- Como tercer escalón, necesitarás revisar toda tu historia de vida. Es importante conocer internamente cuándo, cómo y por qué empezaste a escuchar más las voces de afuera, que tu propia voz interna. Sería lógico que hasta los 5 o 6 años lo hicieras, puesto que aprendemos del ejemplo de quienes nos criaron. Aunque, luego de empezar a socializar con otros, por ejemplo, en la escuela, ya empezamos a desarrollar nuestro Yo individual, que incluye la auto confianza y auto determinación. Puedes buscar ayuda profesional para sanar esta parte interna, si es que presientes que está dañada; y, a la vez, experimentar una reconciliación interna con aquel momento donde creíste que hacías lo correcto. Hoy tal vez concluyas que ya no lo necesitas, y estás eligiendo cambiar esa dependencia de la opinión de los demás acerca de ti.
- El cuarto paso te invita a considerar esto: el entender a los demás no significa que debas justificar todo lo que dicen o hacen los otros. Una consecuencia de buscar la aprobación es que justificas todo lo de los demás, lo haces verdad para ti. A lo sumo, eso podría ver verdad para ellos. Puedes entender, sin que esto signifique que debas justificar aquello con lo que no estás de acuerdo. Como recurso, te sugiero que experimentes desapegarte al resultado, y expresar frecuentemente tus ideas, apoderándote de la comunicación. Utiliza frases como “Entiendo lo que comentas, aunque, desde mi perspectiva personal…”, “Puedo intentar acercarme a lo que dices; sin embargo, en esta ocasión, no estoy de acuerdo contigo en el punto que…”.
Sobre el autor: Daniel Colombo es Motivador y Master Coach Internacional especializado en CEO, alta gerencia y profesionales; conferencista internacional; autor de 21 libros y comunicador profesional
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