Cada órgano del cuerpo humano es necesario para su funcionamiento correcto. Hay unos que son más voluminosos que otros, pero su importancia varía de acuerdo a su utilidad en el mismo. Distintos estudios han confirmado que el hígado es considerado el más esencial de todos, ya que es el que cumple mayor cantidad de funciones. Tristemente, está altamente propenso a sufrir daños, como la cirrosis hepática por ejemplo, trayendo consigo muchos síntomas y posibles tratamientos.
Dentro de sus funciones principales se encuentran: filtrar toxinas, producir enzimas digestivas y efectuar la distribución de los nutrientes por todos los músculos y huesos. El hígado se encuentra ubicado en el abdomen y por debajo de las costillas del lado derecho. Además, para ser el encargado de efectuar la distribución de distintas sustancias vitales para la anatomía humana, debe estar conectado a todo el cuerpo.
Los carbohidratos, proteínas y grasas deben ser absorbidas por él para llevar a cabo su descomposición y posterior reservar de energía para el organismo. De este modo, podemos observar que cualquier sustancia puede ser procesada y destruida por el hígado, incluso aquellas consideradas como nocivas. Éstas últimas son enviadas a los órganos capaces de eliminarlas, como los riñones, el aparato digestivo y las glándulas sudoríparas.
Si se consumen productos alimenticios de calidad, el hígado no sobrecarga sus funciones y puede efectuarlas de la mejor manera. Sin embargo, las personas normalmente consumen sustancias que tienen un impacto directo en su funcionamiento y su proceso de regeneración se ve afectado. Dando origen a lo que se conoce como “hígado graso” y a distintos síntomas por enfermedades hepáticas.
¿Qué es la cirrosis hepática?
El hígado también cuenta con propiedades regenerativas; es decir, cualquier lesión existente puede ser cicatrizada. No obstante, hay casos en los que éstas se consideran crónicas e irreversibles, ya que pueden tardar en formar el tejido de cicatrización y producir lo que se conoce como “cirrosis hepática”. Básicamente se trata del endurecimiento del hígado por distintas enfermedades prolongadas. La cirrosis hepática no permite el correcto funcionamiento del hígado y, a pesar de que existen tratamientos o algún tipo de control, puede ser mortal.
Generalmente, las causas asociadas a esta enfermedad son producto del exceso de alcohol y el tabaco; sin embargo, no son las únicas. De hecho, el sedentarismo es catastrófico para el hígado, debido a que no tiene a dónde distribuir los nutrientes obtenidos de los carbohidratos y su acumulación afecta el funcionamiento de este órgano vital. Por ello, el consumo excesivo de cualquier sustancia supondría una grave afección, sobre todo aquellas que sean difíciles de expulsar y necesiten un funcionamiento extra del hígado.
La cirrosis hepática no permite la libre circulación del flujo de la sangre. Esto genera un considerable aumento de la presión sanguínea en la vena que circula desde el intestino hasta el hígado, trayendo consigo un alto grado de síntomas con complicación. Además, se produce la acumulación de líquido en el abdomen y las piernas producto de su incapacidad de generar suficientes proteínas.
Síntomas de la cirrosis hepática: ¿Cuáles son?
A diferencia de otras patologías mortales, la cirrosis hepática suele ser asintomática hasta que se encuentre en una etapa lo suficientemente grave. Por lo que, las modificaciones que se producen en el hígado por cantidad de nódulos y fibrosis raramente son detectables a temprana edad. La forma más sencilla de detectar esta enfermedad es efectuando diversos: exámenes: ultrasonido abdominal, resonancia magnética nuclear del cuerpo, tomografía computada del abdomen, biopsias, estudios de función hepática, entre otros.
• Ardor, o picazón, en la piel.
• Sangrado en la nariz y encías.
• Cansancio, debilidad y fatiga.
• Carencia de apetito, pérdida notable de peso y náuseas frecuentes.
• Insomnio nocturno y somnolencia diurna.
• Hinchazón abdominal causada por la retención de agua y sal.
• Modificación de la pigmentación en la piel; es decir, cambia de su tonalidad normal a ser amarillenta por la dificultad del hígado en suprimir la bilirrubina de la sangre.
• Moretones en distintas zonas del cuerpo muy fácilmente.
Los pacientes no tendrán la presencia de cada uno de los síntomas y mucho menos en la etapa inicial. Progresivamente, encontrará algunos de ellos. Los más comunes son la falta de apetito, la falta de energía y pérdida muy rápida de peso y masa muscular. Mientras avance la enfermedad, difícilmente la persona podrá tener una vida normal, ya que su organismo no va a responder de la manera más idónea debido a las fallas del hígado.
Causas de la cirrosis hepática
Las causas de la cirrosis hepática son muy diversas, como hemos mencionado anteriormente. A veces no solamente está en lo que consumimos, sino que hay otras patologías que pueden afectar grandemente el hígado. El individuo que padece de esta enfermedad, se le modifica completamente la estructura de su hígado y comienza una disminución continua de cada una de sus funciones. Otras causas, pueden ser:
• Ingesta excesiva del alcohol.
• Hepatitis B, C o D en su estado crónico.
• Padecer de la acumulación extrema de grasa que no tenga relación con las bebidas alcohólicas.
• Sobrepeso, diabetes o colesterol alto.
• Problemas hereditarios con afección hepática.
• Medicamentos que afecten el hígado; es decir, que sean hepato-tóxicos.
• Problemas en los conductos biliares.
Tratamientos para combatir la cirrosis hepática
Hay que destacar que sin el hígado, el funcionamiento del organismo no sería perfecto. Un paciente de cirrosis hepática se encuentra afectado en su salud de manera general y, lo más complicado, es que no se puede asegurar que existe un tratamiento completamente efectivo. La patología es prácticamente irreversible y solamente se puede evitar que empeore o que su evolución sea demasiado rápida. De hecho, sus síntomas son poco precisos, aún cuando se conoce una extensa lista de ellos.
El médico puede recomendar una variedad de tratamientos con la intención de alivianar los síntomas y controlar la cicatrización en el hígado. Conocer la principal causa de la cirrosis hepática es vital para intentar controlar los efectos de la enfermedad, ya que se debe evitar repetir escenarios. Algunas recomendaciones adicionales podrían ser:
Evitar algunos alimentos
Normalmente, se sugiere una reducción en el consumo de ciertos alimentos que produzcan la retención de líquido y la acumulación de proteínas. Sin embargo, no se debe confundir con la falta de una buena alimentación, ya que el médico debe sugerir suplementos dietéticos que proporcionen lo necesario al organismo.
Ingesta de fármacos
Los tratamientos farmacológicos más utilizados por el paciente con cirrosis hepáticas son los diuréticos y los beta-bloqueantes. De este modo, se contrarresta la posibilidad de retener líquido y el control de hemorragias. Igualmente, a pesar de éstos ser los más comunes, el médico puede suministrar lo que crea conveniente.
Trasplante de hígado
Puede considerarse la última opción, pero en definitiva la más efectiva. No obstante, el paciente debe cumplir una cantidad de requisitos, puesto que no todos los organismos son iguales y algunos no toleran este método.
Entonces, ¿La cirrosis es curable?
Finalmente, se puede concluir con que la cirrosis hepática no se cura. Si bien es cierto, se llevan a cabo actividades que disminuyan su avance violento, pero es completamente irreversible. No existe la posibilidad de modificar las condiciones de un hígado en mal estado. Es mejor llevar a cabo una vida saludable, lejos del sedentarismo y con un consumo de alcohol limitado.