Dos ciudadanos italianos, Luigi Ferrari y su hijo Mattia, fueron sancionados con una multa histórica de 180.425 euros (equivalente a 60 millones de rupias de Sri Lanka) tras ser sorprendidos intentando traficar con cientos de insectos provenientes del Parque Nacional de Yala, a inicios de este mes. Esta sanción representa la mayor multa jamás impuesta en Sri Lanka por delitos relacionados con la fauna silvestre.

Los hechos ocurrieron en septiembre, cuando Ferrari, de 68 años, y su hijo, de 28, fueron acusados de recolectar, poseer y transportar ilegalmente insectos dentro del país. Ambos, originarios de Módena, Italia, enfrentan una sentencia de dos años de prisión si no logran cubrir el monto total de la multa antes del 24 de septiembre.

Detenidos con frascos llenos de insectos en su vehículo

Los hombres fueron arrestados el pasado 8 de mayo, cuando guardas del parque safari, alertados por la presencia de un vehículo sospechoso estacionado a la orilla de la carretera, localizaron su coche. En su maletero, los guardas encontraron numerosos frascos llenos de insectos muertos, entre ellos 92 especies de mariposas. Las investigaciones revelaron que padre e hijo utilizaban sustancias químicas para preservar los insectos, además de usar atrayentes para capturarlos.

Un conductor de jeep de safari fue quien notificó a los guardas tras observar cómo los hombres se adentraban en el bosque con redes para capturar insectos. Este aviso permitió que el equipo de vigilancia rastreara el coche y descubriera los frascos con los insectos fallecidos, todos afectados por los productos químicos en los tarros.

Ferrari y su hijo, quienes se encontraban en Sri Lanka de vacaciones en ese momento, han permanecido retenidos en el país desde el incidente. Luigi Ferrari trabaja en clínicas privadas de las provincias italianas de Reggio Emilia y Módena, además de ser miembro de un grupo de Ciencias Naturales en su ciudad natal. Su pasión por los insectos lo ha llevado a múltiples expediciones, pero en esta ocasión cruzó la línea legal al recolectarlos sin autorización.

El Parque Nacional de Yala: un refugio para especies protegidas

El Parque Nacional de Yala es una de las áreas protegidas más emblemáticas de Sri Lanka, cubriendo cerca de 130.000 hectáreas y albergando una rica biodiversidad, que incluye especies en peligro como leopardos, elefantes y búfalos. Además de estos majestuosos animales, el parque es hogar de 245 especies de mariposas, 25 de las cuales son endémicas del país, como la rosa de Ceilán, que se encuentra en peligro crítico de extinción, según la organización Dilmah Conservation.

La captura ilegal de estas especies dentro del parque representa una grave amenaza para su conservación, lo que hace aún más alarmante el intento de tráfico por parte de los Ferrari.

Costa Rica: el principal exportador de mariposas en el mundo

Además de este caso de tráfico de insectos en Sri Lanka, otro país con una importante relación con las mariposas es Costa Rica, que se ha convertido en el mayor exportador de mariposas a nivel mundial. El país centroamericano cuenta con una industria próspera de exportación de estos insectos, en su mayoría para fines científicos, educativos y recreativos, especialmente en jardines de mariposas de todo el mundo.

Costa Rica alberga más de 1.200 especies de mariposas, lo que equivale aproximadamente al 10% de la diversidad mundial de lepidópteros. Esta riqueza natural ha sido aprovechada de manera sostenible por el país, que ha establecido empresas dedicadas a la cría de mariposas en cautiverio, contribuyendo no solo a la conservación de especies, sino también a la generación de ingresos para las comunidades locales.

A lo largo de los años, Costa Rica ha encontrado un balance entre la explotación comercial de las mariposas y la protección de sus ecosistemas, lo que le ha permitido exportar millones de estos insectos de manera legal y controlada a destinos como Estados Unidos, Japón y Europa. Este enfoque sostenible contrasta notablemente con la recolección ilegal de especies, como la que intentaron Luigi y Mattia Ferrari en Sri Lanka, demostrando que existen formas éticas y respetuosas de manejar la biodiversidad sin perjudicarla.

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