"Ser mujer indígena en Latinoamérica es ser valiente y luchadora frente a las desigualdades, la exclusión, y las brechas sociales y de género que aún aquejan a cada país", sostiene Janet Nina Cusiyupanqui, integrante del pueblo quechua, en diálogo con DW, desde el Departamento de Cusco, en Perú.
Y su percepción es compartida más allá de las fronteras nacionales. "Aquí en La Paz, nos siguen viendo de manera peyorativa. Creen que las indias retrasamos el avance de una sociedad urbana", indica Yola Mamani Mamani, del pueblo aimara, desde Bolivia.
"Las indias son las ignorantes, las que no saben comportarse en una ciudad, las que no tienen educación, las que son ladronas y sucias. Nos echan la culpa de todo", relata Mamani Mamani, sobre los prejuicios que deben enfrentar.
"Esta sociedad, que es racista y clasista, quiere que los indígenas nos mantengamos en la Edad de Piedra, para decir: 'tenemos un pueblo auténtico, que guarda la identidad nacional', ironiza la joven Mamani Mamani, estudiante de sociología y conductora de un espacio radial. "Pero cuando una decide salir de ese espacio y rebelarse contra los mandatos, entonces la sociedad comienza a decirte: 'tú no tienes que hablar'", completa.
Lo personal es político
"Mi abuela siempre usó una trenza larga hasta la cintura, y la portaba con orgullo, pero recibió muchas humillaciones por eso", cuenta, por su parte, conmovida aun hoy, Georgina Diédhiou Bello, descendiente de mixtecas y zapotecas por parte de madre, y afrodescendiente por parte de padre.
"La sociedad se encarga de recordarte constantemente que ser una persona indígena es malo, que te tienes que sentir avergonzada de tu lengua, de tu aspecto, de tu color de piel y de tu origen", dice Diédhiou Bello, miembro del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación y Consejera Consultiva de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos de México.
Con todo, y en los diferentes ámbitos sociales, familiares, económicos y políticos, su rol es esencial.
"Sabemos sobrellevar toda la responsabilidad del cuidado del hogar —aunque esta no sea reconocida ni remunerada—, nos ocupamos del cuidado de los recursos naturales, de salvaguardar y transmitir los saberes a nuestros hijos e hijas, de mantener nuestras costumbres vivas, y del cuidado de las semillas, para poder seguir cultivando nuestros alimentos", detalla Cusiyupanqui, agricultora e ingeniera agrónoma.
Además, sus recorridos y sus historias son diferentes y particulares, y así reclaman ser consideradas: "No solamente somos personas indígenas: tenemos nombre y apellido, y pertenecemos a diferentes grupos étnicos", puntualiza Diédhiou Bello. En México, "existen más de 68 lenguas diferentes y estamos representados en los 32 Estados de la República", agrega.
Así las cosas, ¿cuál sería el mayor deseo con motivo de este día? "Los Gobiernos deberían dejar de lucrar con los pueblos originarios", responde la lideresa mexicana. "Lucran con nuestra cultura, con nuestra ropa, con nuestras prendas, con nuestros textiles, con nuestros territorios y con la extracción de bienes sustentables", enumera.
"Y deberían dejar de simular que trabajan a favor de la igualdad y los derechos humanos, y realmente enfocarse en cambiar la vida de estas poblaciones y en preservar su identidad", completa.
"Que se respeten los derechos de los pueblos originarios y, sobre todo, de las mujeres", reclama, desde Perú, Cusiyupanqui. "Y que se reconozca que desempeñamos un papel fundamental en la preservación del medioambiente", agrega. Y concluye: "No pierdo la esperanza".