Alcanzar la madurez no es algo que solo pueda explicarse por la edad. Las experiencias, aprendizajes, desafíos y dificultades de la vida pueden volver a alguien más o menos maduro, de acuerdo a la posición que elija adoptar respecto a ellos. No es lo mismo alguien que ha tenido una vida difícil y su respuesta de protección ha sido negarlo; que quien se ha atrevido a atravesar el proceso de asumirse a sí mismo en el trayecto.
La madurez, por lo tanto, está relacionada con la intención consciente, con el aprendizaje de nuestra alma, por eso en esta nota hablamos de madurez "espiritual".
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¿Qué señales podrían indicarte que estás alcanzándola?
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1. Ya no te importa tanto lo que opinen sobre tu vida
La madurez espiritual no se mide por hacer lo que "se espera" de un hombre o mujer adulto; si no, por el contrario, por tener la valentía para asumir el propio deseo (aunque ese deseo sea incluso muy distinto a eso que se espera). Implica seguir el corazón y dejar atrás el qué dirán.
2. Cada vez eres más honesto
Estás aprendiendo que las etiquetas que te han puesto, los roles que deberías asumir y lo que se supondría que deberías hacer no es siempre lo que te representa o lo que quieres para tu vida. Por eso, cada vez más escoges ser auténtico, sobre todo contigo mismo y, luego, con quienes te rodean. No quieres omitir, enfatizar o minimizar rasgos de cómo eres para ser aceptado. Te abrazas y aceptas cada vez más.
3. Sientes el amor más allá de la pareja
Has aprendido (o estás en proceso de aprender que) el amor no es la idea romántica de las comedias de Hollywood. El amor real comienza por ti mismo, hacia adentro, y es más profundo e incondicional que cualquier otro justamente porque es la base que permite los demás.
Cuando amas desde ese lugar, el otro no es alguien que viene a completar o llenar tus vacíos, sino que es otro ser, igual de imperfecto que tú, a quien también lo mueve y expande la energía compasiva del amor.
4. Perdonas sin que siquiera te hayan pedido disculpas
Si tenemos madurez espiritual sabemos que todos nos equivocamos y que el odio o el rencor no son un buen camino. Por eso, en lugar de tomar posiciones extremas, incluso aprendemos que el perdón es algo interno, muchas veces, ya que no todas las personas, por su propia trayectoria personal, tienen la capacidad de pedir disculpas.
5. Dejas de lado el conflicto
Ya no buscas confrontar constantemente o convencer a todos de que lo piensas es lo correcto. Cultivas, por el contrario, cada vez más la empatía y comprendes que cada persona mira la realidad desde su ángulo, y de acuerdo a sus posibilidades y limitaciones.