Por Jeremías Kuron

En octubre de 2018, el informe IPCC 1.5 lo cambió todo. Con consenso casi absoluto de la comunidad científica, nos advirtieron que en el caso de cruzar la barrera de 1.5 grados de aumento de temperatura global (en relación a los niveles preindustriales) el resultado será el colapso ecosistémico masivo.

¿Qué quiere decir esto? Más incendios, inundaciones y sequías. Terremotos, huracanes y temperaturas insoportables. Nuevas enfermedades. Caída del sistema financiero. Desabastecimiento de agua y comida para la mitad de la población mundial, y mil millones de refugiados ambientales.

Millones de especies, incluida la humana, en peligro de extinción, y no por causas naturales, sino por nuestro sistema de producción y consumo: el capitalismo.

Luego de los incendios de California, Amazonia, Siberia, África y Australia, hay quienes dicen que no solo vamos a superar el 1.5, sino que alcanzaremos los 2 grados de aumento de temperatura para 2030.

Toda esta información nos duele y podríamos nombrar dos tipos de reacción. Una es negar todo y volver a nuestra rutina, convencernos de que no tenemos tiempo para pelear por algo y de que habrá otra gente que lo haga por nosotros, porque quizás no seamos esa clase de personas.

Quizás tenemos una familia que cuidar y no podemos dedicar tiempo a otra cosa, porque tenemos que llevar el pan a casa. Quizás elijamos descreer porque pensamos que no somos víctimas directas de una injusticia. Hay muchas maneras de mirar para otro lado y seguir repitiendo la rutina de siempre, sosteniendo este sistema aunque nos siga pareciendo que está mal.

O podemos agarrar toda esa angustia que nos genera saber que nos están matando, que no es otra cosa que amor por la vida, y convertirla en algo más grande. Porque no alcanza con llorar, y lo digo aunque llore más seguido que nunca. Tenemos que transformar esa angustia en estrategia para dar vuelta todo. Nadie nace activista.

El activismo diplomático falló. Estamos mucho peor que antes y cada vez tenemos menos tiempo.
En los últimos 40 años hubo partidos políticos verdes, ONG, campañas legales y hasta las cumbres de cambio climático (COP) que reunieron a representantes de todos los países que conforman para mitigar el cambio climático y no llegaron a nada. Son 25 años de COP fallidas. ¿Cómo puede ser que nuestros gobiernos, sabiendo todo esto, no hagan ni digan nada?

En lugar de cambiar las matrices de producción, nos hacen creer que la responsabilidad es nuestra. Nos venden eslóganes ecologistas, nos colocan en la posición de consumidores de lo que producen y nos dicen que tenemos que cambiar nuestros hábitos individuales.

Y sí, los tenemos que cambiar, de eso no hay duda. La ganadería es una de las principales causas de la crisis, y no necesitamos comer animales para vivir. Podemos reducir, reutilizar, reciclar y andar en bicicleta. Podemos cambiar nuestros hábitos de consumo, y eso es ser congruente con nuestros ideales, pero la vida no se acaba en el sistema que nos impusieron. Somos mucho más que consumidores, y la verdadera responsabilidad es de unas pocas corporaciones.

Nos invito a responder unas preguntas que parecen prohibidas:

- ¿Por qué tenemos que obedecer las reglas del sistema que nos está exterminando?

- ¿Es lógico seguir alentando la producción ganadera y agrotóxica sabiendo que devasta comunidades y ecosistemas enteros?

- ¿Es justo que nuestros impuestos subsidien proyectos petroleros de fracking?

- ¿Y que subsidiemos a las industrias que continúan asesinando a las comunidades indígenas con la complicidad de nuestros gobiernos? Nos siguen gobernando invasores que deciden quién vive en los territorios conquistados.

- Si no estamos de acuerdo con estas políticas, ¿por qué no hacemos nada? ¿Ya nos rendimos? ¿Qué es más lógico: obedecer o plantear la resistencia?

A fines de 2018 nació en Londres Rebelión o Extinción (XR), movimiento que busca concienciar a la ciudadanía sobre el accionar inmoral e ilegal de los gobiernos, invitándolos a movilizarse, y estresar al sistema para que se vea obligado a poner en agenda temas que niega. En particular, le exige a los gobiernos, mediante la desobediencia civil no-violenta, el cumplimiento de las siguientes tres demandas:

-Que digan la verdad sobre la crisis climática y ecológica y que lo hagan a través de todos los medios masivos de comunicación.

-Que actúen ya, frenando hoy la pérdida de biodiversidad y reduciendo la emisión de gases de efecto invernadero para llegar a la carbono-neutralidad para 2030.

-Que abran la democracia, generando mecanismos de participación ciudadana vinculantes, de modo que sean las comunidades las que decidan cómo tiene que ser la transición a un sistema justo.

No creemos que esta sea la única forma de lucha, creemos que es adecuada a algunos contextos, como el de Buenos Aires (Argentina). No debemos ser meros imitadores de lo que se hizo antes, sino hallarnos en este territorio y contexto social.

Nuestra resistencia se suma a la de pueblos rurales, asambleas populares, organizaciones socioambientales, pequeños productores y a la de comunidades indígenas, que vienen luchando hace cinco siglos en contra del terricidio y por el buen vivir. No podemos pensar la lucha como algo separado de las resistencias territoriales históricas. Podríamos contar miles, violentas y no violentas.

Por más de 500 años, el continente europeo profundizó su poderío económico y cultural gracias al saqueo extractivista y al sometimiento de las poblaciones indígenas y otras que habitaron la región del Abya Yala, hoy conocida como Latinoamérica.

En los últimos 30 años, el modelo de saqueo de recursos y destrucción de los ecosistemas y comunidades, tomó la característica de ser impulsado y profundizado por los propios gobiernos de la región como estrategia de desarrollo.

Frente a este contexto histórico, la estrategia de XR como movimiento internacional pero que habita este territorio, es la solidaridad con la resistencia antiextractivista y por el buen vivir en Indoamérica, visibilizando y fortaleciendo la acción frente a la destrucción de la tierra y el agua.

Resistamos desde el movimiento que sea. Nuestro verdadero poder es el amor por la vida, abracémosla y no la soltemos nunca más. Con amor y furia.

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