Cuando me enteré que iba a ser mamá me invadieron miles de pensamientos y sensaciones por dentro, como si un volcán erupcionara y sintiera todo su calor. Fue una mezcla de emoción, ansiedad, incertidumbre y miedo.

Mateo fue esperado y buscado con amor por Ricardo y yo. No fue fácil llegar a esa decisión. Como mujer, muchas cosas se me pusieron en juego al momento de elegir; sobre todo, el lugar que ocuparía mi desarrollo personal, profesional y el espacio de la pareja cuando naciera Mateo.

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Pero ambos decidimos que queríamos formar una familia, y a medida que fueron pasando los meses nos fuimos sumergiendo en un mundo de pañales, clases preparto, ropita diminuta, y consejos de los más variados.

A medida que mi panza crecía, mis miedos también. ¿Seré una buena mamá? ¿Podré con el trabajo de parto? ¿Prenderá a mi teta al nacer? Etc, etc. Pero todas y cada una de esas incertidumbres se callaron en mí cuando tuve a Mateo en mi pecho por primera vez.

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Sentí un amor que nunca había sentido por nadie ni nada; un amor que me desbordaba el pecho. Supe desde ese momento, que algo nos unía para siempre, y que ese ser tan chiquito que tenía encima sería desde ahí mi gran maestro.

Cuáles son las lecciones más grandes que me dio mi bebé

Soy más fuerte de lo que creo

Nunca pensé que iba a atravesar una experiencia tan intensa como fue el parto. Viví una energía que nunca antes había experimentado. Algo de mi lado más instintivo afloró para cuidar al cachorro que nacía. Y eso me puso en contacto con algo mío que no había vivenciado de esa manera.

El amor incondicional existe

No fue necesario nada más que ponerme a Mateo en brazos para que estallara en lágrimas con su manito tan chiquita apretando la mía, todavía sudada por el parto. Lo amé, lo amé como nunca y como a nadie, desde el primer momento. Y supe que ése era el amor más incondicional, profundo y poderoso.


La enseñanza empieza por lo que soy

Aprendí que si quiero construir algo mejor y diferente tengo que practicarlo. Ser y hacer lo que deseo es la mejor manera que tengo de inculcarme a mi hijo una vida sana y feliz.

El valor del silencio y el tiempo a solas


Parece algo muy tonto, pero cuando tu bebé llora y tu cuerpo también siente la demanda física y el poco descanso, el silencio vale oro. Disfrutas de tus momentos a solas, o con tu pareja, una ducha, una comida, una visita, aunque más no sean algunas horas, te renueva la energía.

El desapego

Así como en un comienzo sientes la necesidad casi instintiva de cuidar y proteger a tu bebé, también a medida que va pasando el tiempo vas comprendiendo que también es necesario que esté en otros brazos, que tenga un cuidador/a, que vaya saliendo de tu mundo para conocer todo lo demás. Y que eso, también es un aprendizaje, para ambos, y la construcción de un vínculo sano entre los dos.

Espero que te hayan gustado las enseñanzas de Mateo. Cuéntame tú: ¿qué otros aprendizajes te han dejado a ti tus hijos?