El UNO, trabajador y perfeccionista, de sólidos principios, canaliza su energía en un esfuerzo por mejorar la realidad. Tiende a postergar las gratificaciones y el disfrute hasta haber hecho lo que corresponde, perfecta y escrupulosamente. Cuando el ideal y la realidad no coinciden, se irrita y no logra esconder su malestar. Ante una pérdida, lo más probable es que también se enoje, porque no pudo evitar que algo de lo perfecto se perdiera. No se permitirá pedir ayuda, ni quejarse, o estar triste, porque intentará tener el control sobre el proceso.
El DOS, disponible y servicial, posee una infinita capacidad de entrega que lo lleva a brindar lo mejor de sí cuando los otros lo requieran. En general, prioriza las necesidades del prójimo frente a las suyas, actitud que retroalimenta su tendencia a dar. Este buen accionar, lo lleva a sentirse superior. Al sufrir una pérdida, sentirá que los demás no “devuelven” la ayuda que él ha prestado, que no hay reciprocidad en la entrega.
El TRES, competente y efectivo, con claros objetivos y un alto nivel de energía. Es una energía dirigida, principalmente, a obtener el reconocimiento externo, que lo moviliza y preserva su apariencia. Vive la vida como una competencia, donde se trata de ganar o perder. Ante una pérdida, intentará seguir siendo valioso y eficiente, vistiendo cualquier máscara con tal de no mostrarse vulnerable. Es probable incluso, que adopte una actitud de negación, pretendiendo que no lo está afectando.
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El CUATRO, soñador y melancólico, siente intensamente la energía de la vida, a partir de su riqueza emotiva y de su especial sensibilidad. Aunque brilla con clase y estilo propios, suele tener la sensación de estar fuera de lugar porque se compara con el resto y se siente inadecuado, diferente. Durante la pérdida, puede adoptar una conducta de victimización, tendiendo a alargar excesivamente el sufrimiento. O bien, estancarse en el enfado y la rabia, ocultando su dolor.
El CINCO, observador y distante, contempla la realidad objetivamente, se cuestiona las causas e indaga en detalle. Cree que de este modo logrará la independencia y la seguridad necesarias para afrontar los retos de la vida. Esta orientación al conocimiento intelectual, lo aleja del contacto emocional y de la acción y lo induce a retraerse más aún en momentos de dolor, sufrimiento o pérdidas.
El SEIS, fiel y colaborador, siempre dispuesto a hacer lo esperado, se muestra responsable en el cumplimiento de los compromisos y el deber. Este constante modo de actuar surge de sus dudas o temores a actuar de manera inapropiada. Durante el duelo por alguna pérdida, es probable que sienta mucho miedo o que tenga expectativas catastróficas. Se volverá algo infantil, rehuyendo situaciones de responsabilidad y tendiendo a la evitación.
El SIETE, optimista y voluptuoso, fantasea sobre las infinitas posibilidades que ofrece la vida. Son personas que no soportan contactar con el dolor y el vacío que habita en sus profundidades. De ahí que tiendan a ser hedonistas e hiperactivas. En momentos de pérdidas, hiper-desarrollan el mecanismo de la evasión recurriendo a los paliativos, en lugar de focalizarse en cultivar el silencio y el hacer nada, intentando vivir cada situación de la manera más realista posible.
El OCHO, directo y poderoso, transmite intensidad, fuerza y decisión, generando un alto grado de confianza. Vive sobrepasando los límites. Las agresiones rigen su comportamiento y no suele retractarse porque podría parecer un signo de debilidad. Ante una pérdida, se esconde y protege tras una coraza fuerte y dura; vive a la defensiva por miedo a que le hagan daño y no mostrará su lado tierno o vulnerable, aún en los momentos más difíciles.
El NUEVE, sereno y diplomático, se distingue por la aceptación de las diferentes posturas. Es un buen conciliador en situaciones de tensión. Aun así, su deseo de armonía puede generarle altos grados de pasividad e inacción. También, en ocasiones, suele ser invisible, pasar inadvertido y evitar tomar partido para no entrar en conflicto con nada ni con nadie. En la búsqueda de la paz interior jaqueada por la pérdida, podríamos percibir en su actitud, un dejo de apatía, cierta resignación.
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