El ritmo de vida actual puede ser difícil de seguir. Nunca antes ha habido tantas situaciones problemáticas provocadas por el estrés. Pues el éxito que todos buscamos no es gratuito: requiere muchísimo esfuerzo y dedicación.
Amy es una joven de Estados Unidos que, al cumplir 30 años, tenía todo lo que se supone que una mujer de esa edad debería desear: un título universitario, pareja y un puesto importante como escritora creativa, el trabajo de sus sueños, con un increíble ingreso.
Pero, ¿a qué costo?
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La crisis de los 30
Al cumplir los 30 años, Amy decidió poner un freno y mirar alrededor. ¿Qué estaba haciendo con su vida? No es raro que esto suceda: entrar en la tercera década de la vida tiene muchas implicancias.
Especialmente para las mujeres, que eternamente cargan con el yugo del “reloj biológico”. No importa cuánto se estire la adolescencia: para la mujer hay cierta edad que implica un quiebre.
A esta joven, la edad la encontró tan metida en el trabajo que no tenía tiempo para otra cosa. “Los interminables días de trabajo no solo significaban sacrificar tiempo esencial con seres queridos, sino que también comenzaron a afectar mi salud física y mental. Comencé a priorizar el trabajo por encima de mi bienestar general. En mi caso eso significó saltarme comidas regularmente, despertarme en medio de la noche para responder a innumerables correos electrónicos y, al ser un trabajo remoto, casi no salir de casa”, cuenta Amy a Bustle.
Desde un punto de vista externo, todo estaba bien. Pero ella sentía que no estaba dando prioridad a las cosas con verdadero valor y que estaba dejando que toda su vida girara en torno a su trabajo. Por encima, incluso, de su salud.
Volver a los orígenes
Finalmente, Amy decidió tomar una decisión radical y dejar su maravilloso puesto para volver a su viejo trabajo de estudiante: mesera a medio tiempo.
La decisión fue difícil, pero la alentó a tomarla comenzar a hablar con otras mujeres que, en situaciones similares, habían decidido priorizar su vida personal al trabajo.
“La sociedad nos hace creer que una carrera estable y ambiciosa es el núcleo de una vida exitosa. Pero yo no me sentí exitosa. Me sentía aislada y miserable”.
Ahora Amy trabaja medio tiempo y usa el resto del día para hacer otras cosas que la hacen feliz. Tampoco dejó su carrera completamente, pero dedica solo una pequeña parte de su día a escribir de forma independiente y tomo únicamentes aquellos proyectos que le resultan motivadores.
Además, pasa más tiempo con su familia y se dedica a hacer las cosas que le encantan: escribir por placer, pasar tiempo con su familia y disfrutar del tiempo libre.
Por supuesto, Amy no es ingenua. Sabe que es una decisión que puede tomar ahora porque no tiene hijos ni personas a cargo, porque vive en una ciudad relativamente barata y porque no tiene demasiados gastos fijos. No todo el mundo puede hacerlo.
Pero justamente por eso es que ella sintió que era el momento para soltar la enorme responsabilidad de ejercer su profesión y cambiarla por la también importante responsabilidad, de vivir su vida y disfrutar el tiempo en este mundo.
“He aprendido que una carrera exitosa solo es genuinamente exitosa si me hace feliz y mejora mi calidad de vida en general"
A los 30 me preguntaba ‘¿Qué estoy haciendo con mi vida? Ahora lo sé: la estoy viviendo, cariño. Y con eso es suficiente”.
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¿Dejarías tu carrera para poder pasar más tiempo haciendo lo que te hace feliz?
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