En la ciudad ucraniana de Bucha, devastada por la invasión rusa y marcada por crímenes de guerra, un grupo de mujeres ha encontrado una forma particular de resistencia. Son maestras, médicas y manicuristas de día, pero al caer la noche se convierten en la primera línea de defensa aérea contra los drones enemigos. Conocidas como las “brujas de Bucha”, su historia de valentía y empoderamiento es una muestra del papel esencial de las mujeres en la guerra moderna.

Un llamado inesperado a la defensa

Desde el comienzo de la invasión rusa a gran escala en febrero de 2022, Bucha se convirtió en un símbolo de la brutalidad de la ocupación. Los horrores allí vividos –ejecuciones, torturas y secuestros masivos– dejaron a muchos habitantes sumidos en el trauma y la impotencia. Pero para mujeres como Valentyna, Inna y Anya, la única opción era transformar esa impotencia en acción.

Valentyna, apodada “Valkiria” en su unidad, nunca imaginó que a sus 51 años formaría parte de una unidad de defensa aérea. Veterinaria de profesión, ingresó al grupo buscando contribuir, tras perder amigos en combate y vivir en carne propia los horrores de la guerra. “Puedo hacer esto. El equipo es pesado, pero nosotras podemos con todo”, afirma con determinación.

Por su parte Inna, una profesora de matemáticas de cincuenta años, divide su tiempo entre el aula y las trincheras. Su apodo de combate, "Cherry", proviene de su auto, símbolo de su ingenio y adaptación. En ocasiones, Inna enseña en la mañana con tacones y lápiz labial, para luego cambiarse rápidamente en una esquina del bosque y retomar su misión nocturna. “Dar a luz fue aterrador, y lo hice tres veces. Esto también da miedo, pero aquí estoy”, dice entre risas.

Otra de las voluntarias, Anya, siente que por primera vez recupera el control de su vida. “Durante la ocupación, fui una espectadora inútil”, confiesa. Aprender a manejar un arma le ha devuelto la sensación de poder protegerse a sí misma y a los suyos. Durante la ocupación, un rumor indicaba que los soldados rusos asesinarían a los niños. Enfrentada a lo impensable, la mujer tomó una decisión extrema para proteger a su hijo.

Estas mujeres utilizan ametralladoras Maxim de 1939, reliquias de otra época que mantienen en perfecto estado. Con estos equipos anticuados, ya han derribado tres drones enemigos. En cada operación, la concentración es clave. “Debo escuchar hasta el más leve sonido”, comenta Valentyna. Las mujeres trabajan en sincronía con Serhiy, el único hombre del grupo, quien se encarga de enfriar las armas para evitar que se recalienten.

Inna dice \"esto da miedo, pero dar a luz también y lo hice tres veces\".

Un entrenamiento que da fuerza y propósito

Los fines de semana, las “brujas” reciben entrenamiento militar avanzado en edificios abandonados. El aprendizaje de tácticas de combate y el manejo de armas no es solo una preparación física, sino también una forma de sanar heridas invisibles. Anya, de 52 años, expresa cómo este entrenamiento le devolvió la sensación de control: “Durante la ocupación me sentía inútil, incapaz de protegerme. Ahora tengo una misión”.

La historia de una de las voluntarias revela el trauma profundo que muchas de ellas cargan. Cuando Bucha estaba ocupada, corrió el rumor de que los soldados rusos asesinarían a los niños. En ese momento, esta mujer tomó una decisión desgarradora para proteger a su hijo, aunque finalmente no tuvo que llevarla a cabo. “Venir aquí me ha salvado. Ya nunca más seré una víctima”, comparte en voz baja.

Fotos crédito: BBC/James Cheyne

De la incredulidad a la admiración

Al inicio, la participación de las mujeres en estas unidades fue vista con escepticismo. El coronel Andriy Verlaty admite que la incorporación de mujeres parecía “una broma”. Sin embargo, la falta de hombres disponibles –muchos enviados al frente tras reformas legales– dejó vacantes que ellas llenaron con coraje y eficiencia. “Las fuerzas armadas no confiaban al principio, pero eso ha cambiado”, comenta el coronel, quien reconoce ahora el compromiso de sus nuevas reclutas.

Estas unidades femeninas no solo patrullan los cielos; forman un escudo vital contra los drones enemigos, protegiendo poblaciones y ciudades de ataques aéreos que se repiten casi todas las noches.

Para muchas de las voluntarias, esta nueva misión es una forma de recuperar el control sobre sus vidas y contribuir a la defensa de su país. Valentyna recuerda con angustia los días de la ocupación, los cuerpos en las calles y el arma que apuntó a la cabeza de su hijo en un retén ruso. Esas experiencias alimentan su determinación: “No sé cuándo terminará esta guerra, pero sé que no terminará sin nosotras”.

Pisando cristales rotos y escombros, con rifles en mano, estas mujeres muestran que el camino hacia la victoria no es solo militar, sino también emocional.

“Aquí encontramos una razón para seguir adelante”, asegura Valentyna, de 51 años.

Un mensaje que trasciende el campo de batalla

La historia de las “brujas de Bucha” es una demostración poderosa del papel transformador de las mujeres en tiempos de guerra. Ellas no solo defienden el cielo de su país, sino que también enfrentan sus propios demonios, recuperando la dignidad y el control que la guerra intentó arrebatarles.

Desde la oscuridad del bosque hasta las aulas y hospitales, estas mujeres envían un mensaje claro: su fuerza es tan necesaria como las armas, y su resistencia es clave para la victoria. “Nosotras hacemos de todo, porque no podemos quedarnos sentadas esperando”, concluye Inna, con la certeza de que el final de esta guerra llevará también la marca indeleble de su esfuerzo.

Esta versión profundiza en las experiencias personales de cada protagonista, integrando sus historias en la narrativa general del conflicto. Las voces de Valentyna, Inna y las demás voluntarias reflejan tanto el dolor de la guerra como la esperanza que surge al transformar la impotencia en acción.

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