Si bien el encuentro puede suceder en salones de baile, lejos está de ser una clase convencional donde aprendes una coreografía. La biodanza es un sistema integral de desarrollo personal y social. Su creador fue el psicólogo y antropólogo Rolando Toro Araneda que, desde Chile, expandió la técnica hacia todo el mundo.
Bio-danzantes se llama a quienes practican este método transformador que invita a aumentar el placer de vivir y a desarrollar el potencial que cada ser humano tiene en su interior. Su metodología consiste en inducir vivencias integradoras por medio de la música, del canto, del movimiento y de situaciones de encuentro en grupo.
Sus beneficios impactan en diferentes niveles y aspectos de la vida. A nivel personal, aumenta la creatividad, la valentía, el optimismo y la autoestima a la vez que permite desarrollar la inteligencia emocional y afectiva. Una de las invitaciones más profundas de la biodanza consiste en descubrir la propia identidad para acercarse más a la esencia de lo que uno es y vivir acorde a los propios sueños, gustos, valores y formas de ver el mundo.
A nivel relacional, la biodanza aumenta la conciencia y permite vincularse mejor con las demás personas. Ayuda a reducir la timidez, desarrollar la empatía, expandir la solidaridad y la afectividad hacia todos los seres humanos.
A nivel físico, este método eleva el nivel de salud: aumenta la energía, reduce el estrés, fortalece el sistema inmunológico y estimula el lado derecho del cerebro. Uno de los puntos centrales de la biodanza es fortalecer el sentimiento de alegría por la vida. Con solo una sesión de biodanza bastará para que sientas este efecto en tu cuerpo durante los días siguientes.
La trascendencia y la integración son dos focos que la biodanza propone: fortalecer la confianza en uno mismo, en los demás y en la vida misma. Ser un bio-danzante facilita el respeto por todos los seres vivos, la naturaleza y el universo para poder integrarse internamente, con los demás y con el entorno.
La forma más usual de practicarla consiste en tomar clases grupales de manera regular: una sesión a la semana de dos horas puede generar una profunda transformación. Las sesiones se dividen en dos partes. La primera consiste en media hora de compartir verbalmente cómo se siente cada practicante o cómo se sintió en clases anteriores. Luego, la experiencia es vivencial y consiste en danzar.
Algunas danzas son más dinámicas y enérgicas y buscan activar el sistema simpático del cuerpo y segregar adrenalina. Otras son más tranquilas y relajadas y buscan activar el sistema parasimpático y armonizar el sistema nervioso autónomo. La variedad de las danzas consiste en buscar el equilibrio entre la acción y el reposo. Algunas de ellas se practican de manera individual, otras en parejas o en grupo.
Para practicar biodanza no se necesita ningún conocimiento en especial. Solo debes entregarte a la experiencia: conectarte con el placer para integrar el cuerpo, las emociones, los pensamientos e instintos.
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