El Coliseo de Roma, de casi 2.000 años de antigüedad, se ha enriquecido recientemente con una inscripción: "Ivan + Haley 23". El creador de este documento contemporáneo históricamente valioso es un turista búlgaro que fue sorprendido in fraganti por un estadounidense mientras grababa las palabras en la pared del anfiteatro, con una llave. El video fue compartido en las redes sociales
Este monumento romano de unos 2000 años de antigüedad es una de las atracciones turísticas más populares de Italia y se considera el símbolo de la Ciudad Eterna. Es el mayor anfiteatro del mundo. En la antigua Roma se celebraban en él juegos de gladiadores, espectáculos circenses y crueles y brutales luchas entre gladiadores y animales exóticos como leones y tigres. Los ciudadanos tenían entrada gratuita, y a menudo había comida y vino gratis. Así pues, el Coliseo representa todo lo que era importante para un auténtico romano.
El Coliseo sobrevivió la caída de un imperio mundial. Hasta que llegó Iván y rayó una inscripción sacrílega en su pared, y directamente en el alma sangrante de Italia. Y consiguió algo que muchos grafiteros antes que él habrían deseado: la atención de sus contemporáneos y la indignación de todo el pueblo italiano.
El alcalde de Roma, Roberto Gualtieri, escribió en Twitter: "Verdaderamente un gesto incivilizado y sin sentido, desfigurar con llaves el Coliseo, símbolo de Roma y patrimonio de la humanidad. Condenamos enérgicamente este comportamiento bárbaro que insulta a toda la ciudad".
No siempre fue así.
En realidad, pintar y hacer grafitis en los edificios es un asunto italiano por excelencia y lo que ahora es un delito punible fue parte de una cultura cotidiana común de residentes, peregrinos y viajeros durante miles de años.
A griegos y romanos les gustaba inmortalizar sus propios nombres, frases ingeniosas y mensajes de amor en las paredes exteriores e interiores de los edificios.
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Insultos, chistes y propaganda electoral
Más de 5.800 garabatos en las paredes de Pompeya, sepultada por la erupción del Vesubio en el año 79 d.C., demuestran la popularidad y la naturalidad de los grafitis y permiten conocer un mundo desaparecido: "Crescencius saluda a sus compañeros esclavos", se lee en el patio de una casa. Y en otro lugar, Lyacus saluda "muy cordialmente" a un Fabius Rufus y "Sabinus (estuvo) aquí con Primigenia".
Los escritos muestran insultos y bromas, ofertas de restaurantes y prostitutas, anuncios electorales, chistes groseros, amor en venta, sexo y juegos sangrientos. En las paredes se tallaban facturas y fechas, y en las tiendas se escribían los precios del vino o el aceite.
Se pueden encontrar fórmulas mágicas contra ladrones y demonios junto a referencias a espectáculos circenses. cuyos actores probablemente no sobrevivieron al día. Los anfitriones aristocráticos pedían a sus huéspedes que se inmortalizaran con un dicho en las paredes, mientras que, a la inversa, el dueño de otra casa amenazaba: "Quien manche esta pared provocará la ira de Venus".
Pero los dibujos decorativos también eran muy populares. Entre los motivos más comunes figuraban animales, gladiadores y cabezas humanas.
Mientras que los garabatos escritos con estilete, tiza o carbón en las paredes hace tiempo que se borraron en otras ciudades habitadas, las cenizas del Vesubio los preservaron para la eternidad en Pompeya.
Obviamente, los grafiteros no tenían que temer ningún castigo, de lo contrario, difícilmente se habrían inmortalizado en tan gran número. Los grafitis se pintaban en las fachadas de las casas, las tumbas y las puertas de la ciudad, en los edificios públicos, las tiendas, pero también sobre y dentro de las casas de Pompeya.
El contenido político es notablemente escaso, lo que podría deberse al carácter provincial de Pompeya: el descontento con los poderosos parece haber sido más frecuente en Roma, como atestiguan las fuentes antiguas. Incluso los llamamientos electorales eran extremadamente pragmáticos en Pompeya: "Por favor, elijan a Cayo Julio Polibio como edil. Trae buen pan".
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Antiguamente tolerado, hoy considerado vandalismo
Pero mientras que en la antigüedad se toleraban las pintadas, hoy se consideran daños a la propiedad y vandalismo, sobre todo en edificios antiguos como el Coliseo.
También para Iván, de Bulgaria, sus garabatos tendrán repercusiones. Una multa de hasta 20.000 euros e incluso una pena de cárcel serían posibles.
Pero quizá sería una suerte: hace 2000 años, cuando el Coliseo aún estaba en uso, una multa así habría equivalido a ser arrojado a los leones para diversión del pueblo. Entrada gratuita.
Fuente: DW.