Acostumbrada a recibir llamadas y mensajes solicitando ayuda para adopciones, Jenny Leech había dedicado su vida a rescatar, rehabilitar y encontrar hogares para perros mayores con necesidades especiales. Pero una fría mañana de invierno, un caso rompió su corazón. Chester, un chihuahua de trece años, fue encontrado en una autopista en Bellwood, Illinois, durante una de las semanas más frías de la temporada. Llevado a un refugio, recibió los cuidados básicos, pero nadie acudió a reclamarlo.

Chester pasó meses en el refugio, esperando que alguien viniera por él. Con el tiempo, se deprimió y se retiró a un rincón de su jaula, acurrucado sobre una manta, de espaldas al mundo. Parecía haber perdido toda esperanza de encontrar una familia.

Cuando Jenny Leech conoció la historia de Chester, decidió actuar de inmediato. A través de su cuenta de Facebook, compartió la noticia de que llevaría a Chester a su hogar. Al llegar, Chester fue recibido por un grupo de perros mayores, ansiosos por conocer a su nuevo compañero. A pesar de sus bultos, uñas largas y problemas de visión y audición, Chester se integró rápidamente. Un baño caliente de bienvenida lo hizo sentir en casa, y pronto se unió a la “Chi Mafia” de Jenny.

Chester fue sometido a una evaluación médica que reveló un soplo cardíaco y la necesidad de extraer varias piezas dentales. Sin embargo, estos problemas no disminuyeron el amor que Jenny y su equipo sentían por él. “Es el viejecito más lindo y con el aliento más apestoso que jamás haya existido”, escribió Jenny en una de sus publicaciones.

Después de recibir una limpieza dental y comenzar un tratamiento para su afección cardíaca, Chester parecía estar en el camino hacia una vida más tranquila. Pero, lamentablemente, antes de que pudiera ser adoptado, Chester enfermó. Vomitó su desayuno, algo que nunca había sucedido en los cinco meses anteriores. Un análisis de sangre de urgencia reveló problemas renales, inclinándose hacia una infección.

Jenny y el veterinario decidieron hospitalizar a Chester durante 24 horas para administrarle líquidos intravenosos y antibióticos. Sin embargo, sus valores renales no mejoraron, y la combinación de problemas cardíacos y renales era difícil de manejar simultáneamente. Jenny tomó la difícil decisión de llevar a Chester a casa con cuidados paliativos, asegurándose de que estuviera feliz y cómodo.

Aunque no fue el final feliz que Jenny había imaginado, se sintieron honrados de ser la familia de Chester. Lo cuidaron hasta el final, monitoreando su salud y asegurándose de que tuviera una vida llena de amor. Chester, quien una vez fue un perro deprimido en un refugio, pasó sus últimos días rodeado de una familia amorosa y una gran cantidad de cariño.

Fuente: La Nación

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