Me gusta pensar la sustentabilidad como un proceso de lógica pura, de sentido común, en donde la colaboración, la participación y la comunidad son ejes centrales para su funcionamiento. ¿Funcionamiento? ¿Se puede asociar una palabra tan conectada con lo sistemático a algo tan puro y noble como la sustentabilidad? No lo se, pero si entiendo que es necesario comenzar a alejar este término de lo meramente teórico, del romanticismo de su esencia y apreciarlo a la manera de una rueda que gira.
Buscando esto, llegamos a la Escuela Municipal de Economía Circular de la ciudad de Córdoba, Argentina. Un espacio que no solo busca difundir el concepto de triple impacto a través de charlas y capacitaciones orientadas a los vecinos: también tiene la función de generar un tratamiento efectivo de los residuos de la ciudad, encargándose no solo de su acopio y clasificación, el valor agregado del lugar es el tratamiento que se realiza del material y su posterior reutilización, volviendo a la comunidad convertidos en nuevos productos.
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¿De qué trata la propuesta?
La Escuela Municipal de Economía Circular(EMEC) es un eje que se encuentra dentro del ente Bio Córdoba, creado en el 2021 por el municipio de la ciudad, el cual se enfoca en impulsar la divulgación de los conceptos centrales de la economia circular y la biodiversidad, haciendo foco particular en el retorno al proceso productivo de los materiales que ingresan.
Macetas hechas con plástico reutilizado; bancos, mesas y sillas confeccionados con paneles de madera plástica, instrumentos musicales, estantes, repisas, lockers, billeteras y delantales de cocina son solo algunos de los tantos productos que se elaboran en la escuela municipal ubicada en Camino a la Carbonada, en el extremo sudeste de la ciudad, y que luego son donados como equipamiento para escuelas, jardines, plazas y demás espacios.
A través de este trabajo el lugar lleva a cabo un rol estratégico fundamental; el de ser un punto de encuentro que logra anudar con su trabajo a gran parte de los actores de la comunidad, siendo el triple impacto el artífice de esa unión.
Para hacerlo, la planta de tratamiento recibe plásticos, papeles, cartones, maderas y residuos secos, provenientes de más de 30 empresas de la zona, que son utilizados para crear y desarrollar nuevos elementos. Una cooperativa de recuperadores urbanos es la que se encarga de la separación de todo el material que llega al lugar. Una vez hecho esto, el material separado ingresa en un circuito de trabajo interdisciplinario compuesto por las áreas de carpintería, herrería y diseño.
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El espacio recibe de manera constante pedidos por parte de distintas instituciones de la ciudad que buscan poder incorporar los elementos confeccionados; por eso, es importante el rol del equipo de diseño que se encarga de investigar las posibilidades de desarrollo de prototipos, según la disponibilidad de residuos que existen al momento de la solicitud.