Matías Apablaza, un adolescente de 15 años de la provincia argentina de Neuquén, desarrolló un dispositivo que le ayuda a los no videntes a distinguir colores a través de sonidos. Su proyecto, portátil, pequeño y fácil de usar, lo convirtió en el ganador a nivel local de la Feria de Ciencias de Google.
En el mundo hay aproximadamente 285 millones de personas con discapacidad visual, de las cuales 39 millones son ciegas y 246 millones presentan baja visión. Estos datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) revelan que el proyecto de Apablaza tiene la potencialidad de mejorar la vida diaria de mucha gente. Se trata de un aparato pequeño (10 x 5 x 8 centímetros), liviano (312 gramos) y barato (US$41). El adolescente se preocupó porque su proyecto cumpliera con estas características para diferenciarlo de otros dispositivos similares existentes en el mercado que son caros, grandes, poco versátiles y difíciles de usar.
El invento del neuquino consiste en transformar los colores, que son energía lumínica, en energía eléctrica. En su memoria tiene almacenadas las variables rojo, verde y azul. Al utilizarlo, toma éstas como referencia, las compara para determinar de qué tonalidad se trata y genera distintos sonidos.
Para desarrollar su invento, Apablaza trabajó en conjunto con Awkinko, una asociación neuquina de no videntes. Allí, las personas que realizan trabajos con lana y macramé manifestaron encontrar dificultades para distinguir los colores. Los sonidos emitidos por el aparato fueron definidos en conjunto con las personas ciegas. Así, se decidió vincularlos con la sensación transmitida por cada color. Para el rojo, un ritmo rápido. Para el verde, un sonido similar a las aves de la naturaleza. Para el azul, un ritmo apacible como el del mar.
La Feria de Ciencias de Google es un concurso online para estudiantes de todo el mundo de entre 13 y 18 años. Apablaza vio que muchos de los participantes investigaban tratamientos para combatir el cáncer o soluciones al calentamiento global. Él optó por hacer un desarrollo que ayude a las personas no videntes. "Si ellos no pueden ver los colores, tal vez pueda hacer algo que necesiten, pensé", según comentó el adolescente en una entrevista para el diario Tiempo Argentino.
Este joven innovador, que aprendió a programar a los 9 años, había concursado en la misma feria en 2013. Como su proyecto no estaba del todo desarrollado, no logró ganar. Lo siguió trabajando, le agregó una cajita y profundizó la documentación. El jurado local, integrado por investigadores y especialistas en ciencia y tecnología, realizó su evaluación teniendo en cuenta la relevancia local, la capacidad de inspirar a otros jóvenes científicos, el grado de impacto en el entorno, la pasión demostrada por la ciencia, la excelencia metodológica y las habilidades de comunicación.
"Estoy muy ansioso por descubrir las aplicaciones que puede tener mi dispositivo", comenta Apablaza. Próximamente, se propone reducir el margen de error del 5% que tiene su invento y adaptarlo para que pueda también identificar billetes.