La primera vez que se observó este objeto fue en octubre de 2017. Varios telescopios lo siguieron por tres noches hasta que desapareció por completo.

Lo que definitivamente instó a los observadores a analizar el objeto bautizado como Oumuamua fue su tamaño de 400 metros de largo, un diez veces menor y su superficie rojiza. También notaron su veloz rotación, su trayectoria caótica y su brillo, que cambiaba de manera abrupta.

Las explicaciones aparentes eran dos: un cometa o un asteroide. Un colaborador de la NASA, David Farnochhia, argumentó que se trataba de un cometa, mientras que otros lo contradijeron indicando la falta de la característica cola de hielo y polvo de estos cuerpos celestes.

En la imagen se observa una recreación realizada por la Agencia Espacial Europea (ESA) en junio de 2018.

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Otra opción que barajan los científicos es que su origen es artificial, es decir, creado por extraterrestres.

Los científicos Shmuel Bialy y Abraham Loeb publicaron un estudio en la revista Astrophysical Journal Letters en el que argumentan que Oumuamua puede ser una sonda totalmente operacional enviada de manera intencional a las proximidades de la Tierra por una civilización alienígena.

La conclusión a la que se llegó es el resultado de las inusuales características del objeto, que no permiten a los expertos ponerse de acuerdo, y porque se trata del primer objeto descubierto en el Sistema Solar y que se originó fuera de este.

Loeb y Bialy aseguran que Oumuamua se podría tratar de un equipo tecnológico avanzado como una vela solar, un dispositivo que se propulsa por la radiación del sol o el plasma del viento solar.

Según los autores del estudio, podría tratarsse de una sonda alienígena (Fuente: Shutterstock)

Sin embargo, esta afirmación resulta ficcional y descabellada para muchos científicos, quienes la desmienten en vista de que el estudio carece de pruebas “extraordinarias” para soportar una declaración “extraordinaria” de este calibre, afirma Alan Jackson, miembro del Centro de Ciencias Planetarias de la Universidad de Toronto.

Otros, como Alan Fitzsimmons, aseguran que la teoría está repleta de grandes incertidumbres, mientras que la astrófísica Katie Mack asegura que todo científico es propenso a equivocarse.

A todo esto, Loeb responde: Yo sigo la máxima de Sherlock Holmes: 'Cuando eliminas toda solución lógica a un problema, lo ilógico, aunque imposible, es invariablemente lo cierto.

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Fuente:

BBC Mundo