El mundo modernonos obligó a salir de las cómodas haciendas o por lo menos de las grandes y ampliascasas. El siglo XX probó que la población humana podía reproducirse a gran escalaen muy poco tiempo y pronto las ciudades apenas tenían espacio para toda lagente que migraba de distintas partes del mundo.

Así, la arquitectura tuvo queocuparse de muchas problemáticas en poco tiempo, velando por el bienestar de lasociedad y la urbanidad. Sin embargo, muchas veces el desarrollo de proyectosarquitectónicos no eran los más acogedores y la gente sentía que vivía en cajasgrises junto a otras miles de cajas grises que aplastaban el espíritu. En respuesta a eso escomo nació, a mediados del siglo XX, la arquitectura emocional


 “El arte en general, y naturalmente también la arquitectura, es un reflejo del estado espiritual del hombre en su tiempo. Pero existe la impresión de que el arquitecto moderno, individualizado e intelectual, está exagerando a veces —quizá por haber perdido el contacto estrecho con la comunidad—, al querer destacar demasiado la parte racional de la arquitectura. El resultado es que el hombre del siglo XX se siente aplastado por tanto “funcionalismo”, por tanta lógica y utilidad dentro de la arquitectura moderna”.  

Lo anterior forma parte del “Manifiesto de la arquitectura emocional” publicado por Mathias Goeritz en 1953 ante la apertura del Museo Experimental El ECO en el entonces Distrito Federal en México. Éste lugar, diseñado por el arquitecto antes mencionado, propone una exaltación de la emoción.

Sus paredes, pasillos y cuartos están adecuados para provocar algo. A veces la funcionalidad se pierde, más si lo comparamos con corrientes como el De Stjil, pero lo que gana en impresión y sentimiento es indescriptible justo por eso, pues apela a un sentir abstracto.  

El espacio social es una de las principales cosas a las que apela la arquitectura emocional. Busca que la gente se sienta parte del lugar, que éste dialogue con la gente y la gente se apropie de él.

El misterio, como si se tratara de una catedral o mezquita forman parte de la arquitectura emocional y aunque Goeritz fue su fundador, hoy el ejemplo más conocido es el de la casa del arquitecto Luis Barragán, máximo exponente mexicano de la arquitectura a nivel mundial.  

Su casa es una verdadera obra de arte, tanto así que es el único inmueble individual de América Latina en ser inscrito en la lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO. Al entrar un fuerte amarillo te contrasta la realidad externa de la Ciudad de México con el interior que provoca fantasía y una ligera presión en el pecho. La arquitectura emocional juega con los colores, techos y ventanas para provocar sentimientos de claustrofobia y al mismo tiempo hacerte sentir en un espacio seguro.  

Pequeños pasillos revelan grandes ventanales que te transportan a un lugar de esparcimiento que transforma el anterior sentimiento de opresión en uno de completa libertad. Así es como poco a poco terminas por enamorarte de un espacio tan cambiante que te hace querer estar ahí todo el tiempo.  


Esa arquitectura emocional te está llamando. No necesitas un arquitecto como Barragán para lograrlo. En tu propia casa puedes comenzar a jugar con el espacio para transformar el lugar en algo que te provoque sentir. Es despertar la creatividad e imprimirla en tu hogar para que en lugar de estar descansando en el fondo de tu mente, esté siempre presente en tu sala, recámara y más.