Por Germinar ONG (@germinarong)*
Durante siglos, los hortelanos fueron transmitiendo de generación en generación los conocimientos sobre qué planta prosperaba bien junto a qué otra para obtener abundantes y sanas cosechas.
Las plantas modifican su entorno a causa de las secreciones de las raíces, y por esta razón influyen en el crecimiento de las plantas vecinas. Las asociaciones se basan en las observaciones y experiencias de los horticultores biológicos por decenas de años, y las investigaciones científicas aportan más información sobre los procesos que estimulan o inhiben el crecimiento de plantas vecinas.
Asociar: combinar dos plantas con un fin particular
Las necesidades de cada uno de los cultivos son distintas y se complementan, por lo que se minimiza la relación de competencia de las plantas que crecen juntas y la propagación de plagas y enfermedades.
La asociación de cultivos es una práctica fundamental de toda huerta agroecológica que nos ayuda a:
- Optimizar el espacio disponible: la clave se encuentra en combinar plantas de crecimiento horizontal (lechuga, rabanito, rúcula, etc.) con otras de crecimiento vertical (puerro, zanahoria, tomate, etc.) o especies de crecimiento rápido con algunas de crecimiento lento.
- Optimizar el uso del sustrato o suelo: la combinación de algunas especies permite que las plantas no compitan por los mismos nutrientes de la tierra. Las verduras de hoja tienen raíces superficiales y consumen el nitrógeno del suelo. Por el contrario, las plantas con raíces más profundas extraen, sobre todo, el potasio.
- Evitar el crecimiento de maleza: al utilizar el suelo de manera intensiva, la superficie se cubre con vegetación y la maleza tiene menos espacio y luz para crecer.
- Favorecen el control ecológico de los insectos: las especies hortícolas pueden agruparse entre sí, con plantas florales o con especies aromáticas y medicinales.
Algunas especies atraen insectos benéficos para la huerta y otras, especialmente las plantas aromáticas, sirven de repelente para los insectos dañinos.
Los ajos liberan olores que protegen a porotos y papas y las cebollas protegen a las frutillas. La albahaca repele a la chinche fétida que ataca al tomate, y a su vez, el olor del follaje del tomate que contiene solanina, protege a repollos y brócolis del ataque de insectos.
La caléndula, por ejemplo, atrae a enemigos naturales del pulgón y otras como la salvia, el romero o el tomillo alejan las moscas de la zanahoria y de la col, las hormigas y los pulgones.