La Disciplina Positiva es una disciplina educativa que pretende ajustar la toma de decisiones de los padres a la sociedad actual cuando se trata de mal comportamiento, y plantea que al niño nunca debe castigársele, ya que ellos no aprenden mejor cuando son sometidos a alguna forma de castigo.
Según Lorena García Vega, los adultos deben ser amables a la vez que firmes, haciendo que el niño desarrolle un sentimiento de pertenencia e importancia. Dice que si se pone en práctica es noción, su efecto se notará a largo plazo y "enseña habilidades de vida y valores para un buen carácter, considerando el error como una maravillosa oportunidad de aprendizaje”.
Para practicar esta disciplina, Lorena plantea a los padres tener tolerancia y paciencia, sin caer en los errores del castigo, que, según Vega es “mucho más rápido, pero menos efectivo”.
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Lorena no considera que los castigos, del tipo que sean, tengan efecto positivo alguno. Estos castigos están vacíos cuando se trata de aprendizaje, valores y significado. Vega resalta "las 4 R" que resultan de los castigos. Las 4 R del castigo son las consecuencias negativas que tiene sobre el comportamiento del niño/a, y son las siguientes.
- Resentimiento
Con los castigos, los niños solo se darán cuenta de lo injusta que es esta acción, generando sentimientos adversos al cariño con respecto a sus padres.
- Revancha
Otro aspecto muchas veces ignorado del castigo, sobre todo si ocurre con frecuencia y es desproporcional a la acción, es la innecesaria busca de venganza por parte del niño, que puede ir evolucionando con el tiempo y, que por supuesto no es positiva en la relación.
- Rebeldía
No es necesario explicar que esta es una fase que todo padre quiere evitar. Sin embargo, los castigos tienden a llevar a la rebeldía infantil, que podría salirse de control en el futuro y tener consecuencias inesperadas y lamentables.
- Retraimiento
Quizá la más negativa de las consecuencias, porque puede tener dos posibles resultados: primero la cobardía, que hace que el niño piense en hacer las cosas sin ser visto, en lugar de no hacer lo indebido. Y en segundo lugar, la reducción de la autoestima, que es cuando jugamos con las emociones del niño a través del castigo.
Para finalizar, Vega advierte que la mejor clase de crianza se basa en la que existe un respeto mutuo, que no exista un factor humillante para el niño ni para el adulto, manteniendo una interacción equilibrada y madura entre ambos.
El impulso por castigar a un niño cuando lleva a cabo una acción muy inapropiada o indebida puede ser muy fuerte en el momento, y es por eso que la paciencia y la comprensión son necesarias, para pensar con la cabeza y no imponerle a nuestros hijos una represalia excesiva o injusta.
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