La ciudad de Gotemburgo es la segunda ciudad de Suecia en tamaño e importancia. En ella y en sus alrededores, vive casi un millón de personas. Es decir que Gotemburgo es una ciudad grande y con peso dentro de su país; no un pueblo ni una aldea. Sin embargo, la mitad de sus habitantes vive hace dos años de manera diferente a la mayoría de las ciudades del mundo, porque su jornada laboral fue reducida a solo 6 horas diarias, sin modificar su salario.
La reducción de la jornada laboral en Gotemburgo fue un experimento iniciado por el gobierno en 2014, ya que tenían una hipótesis y deseaban contrastarla: creían que sus trabajadores podían rendir igual o mejor si trabajaban menos, porque estarían más concentrados, motivados y felices.
Los trabajadores estatales de la ciudad fueron divididos en dos grupos; uno continuó trabajando 8 horas diarias y el otro comenzó a trabajar 6 horas por día, 5 días a la semana, en un total de 30 horas semanales. Dos años después, los primeros resultados del experimento fueron presentados, y son muy satisfactorios.
De acuerdo con una auditoría publicada a mediados de abril de 2016, el programa se implementó con éxito, ya que redujo el ausentismo de manera importante y mejoró la productividad y la salud de los trabajadores. Más allá de los datos, son los testimonios de los trabajadores los que marcan la diferencia.
Uno de ellos es Arturo Perez, quien trabajaba turnos de ocho horas en un asilo a cargo de internos con demencia senil y alzhéimer. Luego de pasar un tercio del día haciendo un trabajo tan arduo, Arturo no tenía energía para dedicarle a sus tres hijos. Sin embargo, explica que, cuando la residencia en la que trabajaba, Svartedalens, fue seleccionada para participar del experimento, su calidad de vida mejoró en muy poco tiempo.
Al cabo de tan solo una semana, Perez afirmaba que tenía mucha más energía, y además, los internos coincidían en que la calidad de los cuidados era mayor. Esto se mantuvo a lo largo del tiempo. "Todos somos más felices" y "Un trabajador feliz trabaja mejor", declaró Arturo ante The New York Times.
Algo muy similar contó Lise-Lotte Pettersson, una enfermera de 41 años, a The Guardian: "Solía estar exhausta todo el tiempo, cuando llegaba a mi casa del trabajo me tiraba en el sofá". "Ahora, en cambio, tengo mucha más energía para dedicar a mi trabajo, a mi vida y a mi familia".
Si bien este experimento en Gotemburgo se inició en el sector estatal, gracias a su éxito se ha convertido de a poco en una tendencia que muchas empresas privadas están adoptando. Incluso algunas lo habían hecho desde mucho antes, como Toyota, que en esa ciudad emplea jornadas de 6 horas desde 2003.
Aunque parezca que trabajar menos tiempo por el mismo salario puede ser menos productivo, las cifras de diferentes casos al rededor del mundo reflejan que no es así. A pesar de que muchos digan que la jornada de 6 horas puede ser una locura, lo mismo se decía de la jornada de 8 horas cuando ésta comenzó a ser reclamada. En ese entonces, luego de la revolución industrial, la mayoría de los obreros trabajaba entre 14 y 18 horas, 7 días a la semana.
La reivindicación tradicional de 8 horas de trabajo, 8 horas de ocio y 8 horas de sueño, formulada por Robert Owen en 1817, se alcanzó en numerosos países recién en la década de 1970 a 1980; es decir que aun es casi una novedad. Eso sin contar los casos en los que no se cumple y en los que existe el trabajo esclavo, algo que tal vez parece lejano pero que está oculto detrás de muchos de los objetos que en este mismo momento cada uno de nosotros está usando.
¿Puede sostenerse económicamente una jornada laboral más corta?
Si se observa cómo han evolucionado las cifras de población ocupada, horas de trabajo semanales y diarias, y el PBI en Gran Bretaña entre los años 1785 y 2000, se puede ver claramente cómo, a pesar de la reducción de la jornada de trabajo diario, la productividad diaria y el PBI han aumentado.
Esto puede explicarse por una mayor cantidad de población activa, por una mayor especialización del trabajo y de estudios alcanzados, y por las tecnologías que simplifican algunas labores, haciendo que lo mismo pueda hacerse en menos tiempo.
Estos datos, al igual que la evaluación del caso de Gotemburgo, son ejemplos que pueden servir para reflexionar acerca de estos temas y para plantearnos de manera consciente si estamos organizando el trabajo y nuestras vidas de la mejor manera, o si hay cuestiones que pueden ajustarse para que todas las personas gocen de una más alta calidad de vida.