Una tarde, al salir del auto de su madre, Gabi Mann accidentalmente dejó caer un pedazo de pollo en la calle. Tras el pequeño desliz, un cuervo aprovechó la oportunidad de comer gratis y se llevó el trozo de comida. Ese pequeño hecho marcó el comienzo de una amistad especial entre la pequeña y los pájaros. 

Ese pequeño descuido de la niña ocurrió hace cinco años. El vínculo perdura hasta la actualidad. Gabi y su hermano comenzaron a darles de comer a algunos de estos cuervos camino al colegio. Pronto, hubo una bandada expectante de la generosidad de la pequeña. En estos encuentros se formó una relación de dar y recibir, ¡de ambas partes!

Cada vez que la pequeña les daba alimento, los cuervos dejaban atrás algún presente para ella. Entre esos pequeños tesoros se encontraban botones, piezas de juguetes, restos de metal e incluso una perla en forma de corazón. El obsequio más valioso para Gabi fue un trozo de metal con la palabra "best" ("la/el mejor" en inglés) grabada en él. Ella guarda cada uno de estos objetos. Si bien para muchos carecerían de valor, la niña los conserva como su colección más preciada.

Gabi guarda cada cosa que recibe de sus amigos en un gran contenedor con divisiones. Envuelve cuidadosamente los regalos en bolsas herméticas y registra la fecha y la hora en la que se los entregaron. También tiene un sistema de etiquetas por medio del cual le otorga distinto valor sentimental a los objetos. 

Lejos de la imagen literaria del cuervo como un "pájaro de mal augurio", Gabi piensa en ellos como sus amigos y por eso cuida cada cosa que dejan en el patio de su casa. Está firmemente convencida de que la colección de clips, tuercas y todo tipo de objetos brillantes que dejan atrás los cuervos son su forma de agradecerle. "Me están demostrando cuánto me quieren", cuenta la niña a la BBC.

Gabi y su mamá siguen dejando comida regularmente para sus nuevos compañeros, con la creencia de que los animales le retribuyen el favor trayéndole pequeños regalos.