Aunque no lo percibamos, todo el tiempo vivimos expuestos a distintas fuentes de radiación. Por ejemplo, en las rocas o minerales existen diferentes concentraciones y combinaciones de formas radioactivas que se trasladan también a las cosechas y a los animales. De manera que en los alimentos y el agua que consumimos también están presentes.
Esto es un fenómeno natural, y representa el 60% de la radiactividad a la que estamos expuestos normalmente. Por ejemplo, el agua contiene pequeñas cantidades de uranio disuelto y de torio; y toda la materia orgánica, animal y vegetal, contiene una pequeña cantidad de radiación procedente del Potasio-40, el responsable de casi toda la radiactividad presente en el cuerpo humano.
¿Cuáles son los alimentos que más radiación contienen?
Los alimentos representan el 10% de la exposición total de una persona a la radioactividad, es decir, un promedio de 400 microsieverts (μSv) por año.
Un microsieverts corresponde a una milésima parte de un milisievert (mSv) y el promedio de la radiactividad natural absorbida en un año es de alrededor de 3 milisieverts. Más de 5 ó 6 sievert, las radiaciones son potencialmente mortales.
Dentro de los alimentos con mayor radioactividad se encuentran:
- Las nueces de Brasil, ya que sus árboles tienen unas raíces muy extensas que absorben nutrientes de los suelos, que es uno de los que más contenido de uranio tienen.
- Bananas
- Habas, frijoles o porotos
- Zanahorias
- Papas o patatas
- Carne roja
La exposición a la radiactividad natural de la comida es, por lo general, inofensiva. Pero, por ejemplo, en el caso de las personas que consumen grandes cantidades de mejillones, ostras, chirlas y caracoles marinos puede existir la posibilidad de recibir hasta un 50% más de radiactividad que la media.
Además, los materiales radioactivos creados por el hombre que llegan al aire, al suelo y el agua también podrían filtrarse en nuestra cadena alimenticia, y ahí sí las consecuencias para la salud serían graves.
Otras fuentes de radiactividad no natural, en tu casa
- Botones, collares o platos de vidrio de uranio
- Algunas cerámicas, que llevan una concentración considerable de uranio y torio.
- Objetivos fotográficos y lámparas de camping a base de torio.
- Viejas alarmas fosforescentes a base de radio.
- Cigarrillos (contienen polonio 210).