Seguir un patrón de comportamiento ordenado nos ayuda a movernos en un espacio conocido y seguro. Solemos llamarlo rutina.
Los humanos tenemos la capacidad de analizar distintas opciones, y hacer cambios en nuestra conducta de acuerdo a ellas. Pero tenemos la tendencia a seguir actuando de la forma que nos ha resultado útil.
El problema es que a veces, la rutina deja de funcionar. Entonces, hace falta un cambio de comportamiento, tomar la decisión de cambiar de rutina. Pero ese cambio puede ser muy difícil de afrontar para muchos, por eso es tan común que nos quedemos atascados en situaciones que no nos hacen bien, simplemente por miedo.
Normalmente nos quedamos con la famosa frase del dicho: “más vale malo conocido que bueno por conocer”. Pero aquellos que se atreven a hacer un cambio, a arriesgarse por algo mejor cuando las cosas no están funcionando, son los que llegan más lejos.
¿Qué tienen en común las personas que se arriesgan a cambiar de rutina y probar formas nuevas de hacer lo mismo?
Un reciente estudio de investigadores de distintas universidades de Estados Unidos (Pensilvania,Yale, y Columbia) dirigidos por Michael L. Platt, parecen haber encontrado que la respuesta está en una región del cerebro: corteza cingulada posterior.
El estudio
Para entender cómo funciona el cerebro humano, el grupo de investigadores de estas universidades trabaja estudiando el comportamiento de simios. Ya que, durante investigaciones previas, descubrieron enormes similitudes entre el cerebro de los primates y el de los humanos.
En el experimento, los monos debían visitar 6 ubicaciones diferentes, dos de las cuales tenían recompensa: una grande y otra pequeña. El lugar donde se ubicaron las recompensas fue elegido al azar y distinto cada vez que se repitió el experimento.
Lo normal era visitar las ubicaciones una a la vez en círculo. Es la solución más eficiente, y lo que normalmente se hace en la naturaleza. Pero algunos monos, ocasionalmente, decidían implementar otros métodos para buscar la recompensa.
Los primates actuaban como una persona en una tienda de comestibles. Algunos rompían las reglas, buscando la recompensa sin seguir la rutina.
Al observar el comportamiento de los simios, Platt y sus colegas registraron lo que pasaba con las neuronas en la corteza cingulada posterior. La actividad neuronal allí se acumuló hasta que alcanzó su punto máximo, momento en el que los animales cambiaron de curso.
Así, se reveló la evidencia correlacional de que este aumento en la función cerebral conduce a un pensamiento y acción divergentes en lugar de ocurrir debido a ello.
Cómo aplicarlo
Después de entender esto, los investigadores se mostraron optimistas con las investigaciones futuras que se pueden realizar.
Aseguraron que con la correcta estimulación de la zona del cerebro implicada en el cambio de comportamiento se podría volver a una persona más propensa a investigar nuevas opciones.
Además, descubrieron que las personas que tienen más actividad mental en esta corteza cerebral tienen más divagaciones mentales y tienden a ser más creativas, es decir que, en el camino inverso, pensar de forma creativa y permitirse dejar fluir la mente de forma relajada puede ayudar a la hora de adoptar una rutina nueva
Es estudio sugiere " la capacidad de ser más creativo evolucionó con un propósito muy específico, que es permitirle buscar comida de manera eficiente en un paisaje que siempre está cambiando”, explicó Michael Platt.