Mañana

Título original: Demain

Año: 2015

País: Francia

Dirección: Cyril Lion y Mélanie Laurent

Duración: 118 minutos

Sinopsis: Tras la publicación de un estudio que anunciaba la posible desaparición de parte de la humanidad en 2100, Cyril Dion y Mélanie Laurent y un equipo de cuatro personas visitan diez países para investigar las causas de la catástrofe y, sobre todo, la forma de evitarla. Durante su viaje, se encuentran con pioneros que reinventan la agricultura, la energía, la economía, la democracia y la educación. Terminado su trabajo, empiezan a vislumbrar la posibilidad de que surja un nuevo mundo: el mundo del mañana.

Reseña de Juan Ignacio Arroyo*

“¿Cómo podemos contarle a la gente lo que está pasando, si ya estamos saturados de escuchar historias catastróficas?”, se preguntó Cyril Dion, uno de los directores de la película.

“Es fascinante cómo los humanos, como especie y cultura, somos brillantes imaginando nuestra propia extinción. Hacemos películas donde nos exterminan zombies, enfermedades, robots o alienígenas… pero, ¿dónde están las películas que nos muestran cambiando la situación y resolviendo el problema? No hacemos películas así, somos terribles en eso", reflexionaba Rob Hopkins, reconocido escritor y activista, fundador del movimiento de la Transición.

Está claro que para crear una realidad, primero es necesario imaginarla. Es decir, no podemos aspirar a algo si ni siquiera logramos imaginar cómo sería.

Esto es muy importante, porque cuando los científicos y las científicas nos dicen que tenemos que reducir las emisiones y el tamaño de nuestra economía, nos lo imaginamos como una historia de pérdida y degradación: tener menos, vivir peor, volver a la época de las cavernas… Cuando en realidad, ¡un mundo así podría ser fantástico!

Mostrar mundos posibles

Este documental hace eso: recorre el mundo buscando historias que inspiren. Soluciones a problemas locales llevadas adelante por gente común, con el objetivo de mostrar distintos mundos posibles.

Necesitamos ser capaces de imaginarnos un sistema donde seamos capaces de satisfacer todas las necesidades de la población sin comprometer la capacidad de nuestra biósfera.

Nuestra “normalidad” fue alterada por la irrupción de una pandemia, que ahora parece poner en jaque muchísimas cuestiones que dábamos por sentadas y abre las puertas para reflexionar sobre cómo quisiéramos que sea la nueva realidad de ahora en más. Se ha escuchado mucho que “no queremos volver a la normalidad, porque la normalidad era el problema”. Bueno, pero, ¿cuál será la nueva realidad que queremos construir? ¿Qué alternativa podemos proponer?

En este contexto, podemos encontrar a distintos grupos de poder proponiendo alternativas, cuando en realidad no son más que propuestas para beneficiar sus propios intereses. Promueven sus narrativas sobre cómo salir de la situación, intentando que su interés propio se camufle de interés común. Esto ha sucedido siempre: grupos de poder que ven en situaciones catastróficas la oportunidad de promover negocios disfrazados de promesas a todos los problemas.

Nietzsche decía que la esencia de la humanidad es la voluntad de poder. Esta voluntad promueve el intento de construir una verdad que sea aceptada por la mayoría, para así sentar las bases del poder que se pretende obtener. Si todos aceptan esta verdad como propia, lucharán por defenderla, y así le darán poder al creador de la misma.

En 1932, Einstein le escribe una carta a Freud sobre la guerra, mencionando esto mismo:

"Pienso especialmente en este pequeño pero resuelto grupo, activo en toda nación, compuesto de individuos que, indiferentes a las consideraciones y moderaciones sociales, ven en la guerra, en la fabricación y venta de armamentos, nada más que una ocasión para favorecer sus intereses particulares y extender su autoridad personal" (¿Por qué la guerra? Correspondencia entre Einstein y Freud, 1932 )

En el texto “Demasiadas solu-confusiones”, hago el chiste sobre cómo la frase sería válida para la situación actual si reemplazamos “guerra” por “cambio climático” y “armamentos” por “cualquier tecnología”.

En la agenda post-pandemia, el capitalismo siempre viene a ofrecernos un menú de soluciones, normalmente tecnológicas: energías renovables, autos eléctricos, hamburguesas que saben a carne pero están hechas con plantas y demás. Siempre habrá una nueva tecnología que estará allí para salvarnos.

En otras palabras, nos promete que podemos arreglar al capitalismo con más capitalismo. Podemos hacer negocios con el capitalismo verde, por ejemplo promoviendo la industria del reciclaje... Si abrimos la carta del menú de opciones, vamos a encontrar varias alternativas de crecimiento: verde, inclusivo, sustentable… Siempre y cuando sea crecimiento económico, podemos elegir lo que queramos.

Ahora bien, ¿es posible apostar a un crecimiento económico infinito, más allá de toda capacidad planetaria? ¿Se puede crecer para siempre, en todo momento y en todo lugar, hasta la muerte, en la salud y en la enfermedad? Nuestra economía tiene una dependencia al crecimiento económico, tal como un fumador al cigarrillo o un alcohólico a las bebidas. Hoy estamos atrapados en un dilema: el crecimiento amenaza nuestra propia existencia pero si no crecemos se destruye la economía. ¿Es viable esa lógica? Si no lo es, ¿qué alternativas hay?

“La mejor forma de reemplazar algo es proponiendo una alternativa más atractiva”

Kate Raworth, Doughnut Economics​​​​​​​

Este documental se toma esta frase de Raworth muy en serio y no propone una alternativa, sino muchísimas. Recorre el mundo mostrando soluciones reales para distintos problemas, pensadas por comunidades reales, llevadas a cabo por gente común. Su alcance es amplio, ya que comienza por el sistema alimentario, pero luego continúa por el energético, el económico, el democrático y el educativo.

Un recorrido por soluciones individuales, soluciones comunitarias y soluciones políticas. Ninguna suficiente por sí sola, pero todas necesarias y complementarias. Todas regidas bajo un mismo lema: si nos unimos y actuamos desde un profundo amor y esperanza, podemos cambiar el mundo, desde nuestro lugar. Podemos empezar mañana.

Quizás no exista la democracia perfecta ni el modelo económico perfecto. Tal vez, debamos dejar de buscar “el ejemplo a seguir”, para enfocarnos en que cada región encuentre su propia manera.

Luego de su lanzamiento, se han registrado cientos de proyectos comunitarios en todo el mundo, los cuales se fueron sumando a una plataforma en su sitio web oficial. Estoy seguro de que cuando termines de verlo vas a sentir la motivación de hacer algo. Lo que sea, pero algo. Espero que así sea, lo necesitamos.

* Juan Ignacio Arroyo es un economista que investiga sobre el sector energético y el ambiente. Es cofundador y editor de "Ahora qué?", un espacio de formación y reflexión sobre cambio climático.