Todo el día estamos pensando en cosas. Desde qué es lo que tenemos que hacer en un rato, hasta recordando los mejor del fin de semana. Pero hay momentos en los que un tema nos obsesiona por algún motivo, y empezamos a pensar demasiado. Es decir: no paramos un segundo de darle vueltas al asunto en nuestra cabeza.
Eso trae varios inconvenientes. En primer lugar, cuando le damos tantas vueltas a algo en nuestra cabeza, se liberan las hormonas del estrés: epinefrina y cortisol. Por ende, nos preocupamos, y eso nos lleva a pensar más… Entrando en un círculo negativo. Esto a su vez, tiene otra consecuencia: la parálisis.
Si pasamos tanto pero tanto tiempo pensando, pasaremos muy poco tiempo haciendo. Y eso nos lleva a postergar tareas importantes, sumando aún más preocupación.
No se trata de pasar toda la vida con la mente en blanco. Pero hay algunas ideas que pueden ayudarte a no pensar demasiado: puedes aprender así a tomarte las cosas con la gravedad justa.
1. Visualiza tus pensamientos
Una de las peores trampas de cuando se ha empezado a pensar demasiado es que es difícil darse cuenta. Todos parecen pensamientos muy justificados. Lo primero, entonces, es darnos cuenta de que estamos dedicando demasiado espacio a nuestros pensamientos.
Para ello, no es mala idea darle una imagen a esos pensamientos. Imagínalos como personas que te hablan, como pájaros que te molestan, como moscas que te zumbas, o de la manera que quieras. Pero intenta imaginar que cada uno de tus pensamientos tiene forma… ¿Cuánto espacio ocupan?
Tomar consciencia del lugar que le estás dando a tus pensamientos es el primer paso para dejar de hacerlo.
2. Conviértete en observador
Dejar de pensar demasiado es difícil, pero no lo es tanto intentar tener una mirada objetiva de esos pensamientos. Intenta convertirte en un observador de tus propios pensamientos.
Muchas veces, nos hace más daño la manera en la que juzgamos esos pensamientos que ellos en sí mismos. Intenta, cuando aparezca un pensamiento que te preocupa, dejarlo pasar. No detenerte a darle vueltas, ni siquiera detenerte en intentar cambiarlo. Solo escúchalo y déjalo ir.
Notarás que poco a poco, esos pensamientos pierden fuerza.
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3. Concéntrate en tu respiración
El poder de la respiración es alucinante. Cuando sientas que no puedes dejar de pensar en algo, tómate algunos minutos para concentrarte en tu respiración. Respira de forma consciente, y dirige tus pensamientos hacia ella.
Cuando vuelvan a aparecer los pensamientos que te tienen preocupado, vuelve a prestar atención a tu respiración. Y así tantas veces como sea necesario.
Este ejercicio es un excelente complemento para el anterior.
4. Establece recordatorios
Prueba esto: pon una alarma en tu móvil que suene cada media hora con un mensaje que diga “¿En qué estás pensando ahora? ¡Concéntrate en el presente!”. Eso te ayudará a tomar conciencia de cuánto tiempo pasas pensando demasiado… ¡Sin siquiera notarlo!
Ayúdate a cambiar de hábitos y de formas mecánicas de pensamiento con este refuerzo externo.
5. Practica meditación y atención plena
Si tienes una tendencia a pensar demasiado, estas técnicas sólo serán paliativas; siempre habrá un momento en el que tu mente empiece de nuevo.
Sin embargo, la práctica constante de meditación y mindfulness puede ayudarte a bajar un poco la intensidad de tus pensamientos de manera global. Es que, cuando se hace con constancia, se convierte en un hábito y un modo de vida.
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6. Aceptación ante todo
Lo más importante de todo es esto: acepta tus pensamientos. Intentar llevar una vida más plena, en la que logres no pensar demasiado todo el tiempo es un bello objetivo. Pero si mientras tanto no logras aceptar tus pensamientos, nunca llegarás a esa vida.
El gran desafío es hacer espacio para las sensaciones desagradables, y asumir que algunos días serán peores que otros; está bien que así sea, es la vida misma. Si logras asumir tus pensamientos en lugar de luchar con ellos, también notarás que pierden fuerza.