Una vida más feliz: ¿quién no querría eso para sus hijos? Pero, ¿qué hace falta para ser verdaderamente feliz? ¿Es posible, a través de la educación que se da a un niño, prepararlo para vivir un futuro más feliz?
Qué significa ser feliz
Hoy en día, todo parece conspirar contra el bienestar y la felicidad general. Constantemente nos bombardean con imágenes y noticias negativas que fomentan un profundo pesimismo e incluso indiferencia hacia el futuro.
¿Cómo se puede esperar algo bueno del futuro cuando hay tanto mal en el mundo? ¿Cómo podemos hablar de felicidad ante tanto sufrimiento? Es más, ¿cómo podemos preparar a nuestros hijos para la felicidad ante perspectivas tan desfavorables?
Para la Logosofía, la verdadera felicidad no depende de circunstancias externas, ni se limita a una única meta o a bienes materiales. Por el contrario, la presenta como algo directamente vinculado a la conciencia, es decir, a un conocimiento íntimamente ligado a la propia vida.
Más concretamente, la ciencia logosófica presenta el conocimiento de los pensamientos y del mundo interno individual como una de las principales claves para alcanzar la verdadera felicidad. Desconocer la realidad de los pensamientos como entidades psicológicas que pueden llegar a dominar nuestra voluntad y adquirir vida propia, es convertirse en blanco fácil de sus ataques.
Para comprobar esta realidad, basta con preguntarse: ¿Cuántas veces un pensamiento alarmista ha sido capaz de quitarnos la paz interior, hacernos perder el sueño y llenarnos de temor ante un peligro más aparente que real?
¿Cuántas veces, llevados por pensamientos de los que no éramos conscientes, hemos dicho o hecho cosas que no queríamos, dañando así nuestras relaciones con los demás, destruyendo amistades y sembrando la infelicidad a nuestro alrededor? ¿Cuántas veces un pensamiento de pesimismo ha nublado nuestra razón y nos ha impedido ver las infinitas porciones de bien a nuestro alrededor?
Cómo puedo educar a mi hijo para una vida más feliz
Según la Logosofía, educar para una vida más feliz significa despertar en la niñez la comprensión de la realidad de la vida consciente.
La cultura logosófica se preocupa constantemente de enseñar a los niños a conocer sus pensamientos, capacitándolos no sólo para identificarlos, sino también para seleccionar los mejores de entre ellos, apartando de sí los pensamientos que les causan daño.
Así, para la Logosofía, ésta es la única manera de preservar a los niños de los peligros mentales a los que siempre estarán expuestos, así como de enseñarles a defender su propia felicidad.
Tres consejos prácticos para educar
La Logosofía ofrece múltiples consejos prácticos para el estudiante de esta ciencia que, como padre o madre, anhela que sus hijos vivan una vida más consciente y feliz. Aquí presentamos tres consejos que orientan a los cultores de la pedagogía logosófica en su día a día:
1. Realizar en uno mismo todo lo que se quiere enseñar al niño
Está demostrado que no se puede dar lo que no se tiene, y que los niños aprenden más con el ejemplo que con la palabra. Ser un ejemplo significa haber interiorizado el conocimiento; significa vivirlo. Además, cuando uno es consciente de lo que sabe, es más capaz de conducir al niño al mismo destino con paciencia y tolerancia. Por eso la evolución de los padres es indispensable para guiar a los hijos hacia una humanidad mejor.
2. Recordar siempre que el niño no es sus pensamientos
La Logosofía enseña a separar el ser de sus pensamientos. Esto tiene dos beneficios directos: por un lado, somos más tolerantes, pacientes, no nos tomamos el comportamiento del niño como un ataque personal y somos capaces de sentir amor por él hasta cuando se porta mal. Por otro lado, podemos identificar más fácilmente la causa real que hay detrás de cada comportamiento -los pensamientos- y así colaborar más eficazmente con él.
3. Priorizar los estímulos naturales en la educación
La cultura logosófica sostiene que un exceso de estímulos artificiales -quimeras, imágenes irreales, consecuencias artificiales- suelen ser perjudiciales para el desarrollo natural de las aptitudes mentales y espirituales del niño, porque debilitan su voluntad, intoxican su imaginación y le inclinan a preferir lo fácil y lo ilusorio.
De este modo, desconectados de su realidad interior, de lo que es natural, son incapaces de aprender a identificar sus pensamientos e incluso a disfrutar de las cosas más sencillas de la vida, que son los pequeños bienes que construyen la felicidad. Por esa razón, la pedagogía logosófica educa el pensar y el sentir del niño a través de imágenes vivas, reales, tangibles y adecuadas a su incipiencia mental.
Esfuerzo para las generaciones futuras
La Logosofía enseña que la vida es producto de los pensamientos que las personas tienen en su mente. Por lo tanto, los pensamientos son capaces de producir la felicidad o la desgracia de los seres humanos.
Educar a los niños para un futuro más feliz exige, pues, enseñarles a conocer su mundo interior, a conocer sus pensamientos y a saber elegir entre ellos la compañía de los mejores, aprendiendo a disfrutar de las ventajas y alegrías que se derivan de cultivarlos.
«Es muy sorprendente observar con qué facilidad los niños, desde temprana edad, son capaces de identificar los pensamientos que habitan su casa mental y seleccionar los mejores.»
Para el logósofo, no hay mayor propósito que colaborar con el futuro de la humanidad, empezando por educarse a sí mismo para poder educar a los demás, especialmente a los niños.
“Lograr que las generaciones futuras sean más felices que la nuestra, será el premio más grande a que pueda aspirarse. No habrá valor comparable al cumplimiento de esa gran misión, que consiste en preparar para la humanidad futura un mundo mejor.” De libro Introducción al Conocimiento Logosófico.
FUENTE | Vanessa Hoffmann Cabral, emprendedora, docente en Logosofía desde 2006 y madre de dos niños de 5 y 8 años. Centra gran parte de su investigación en la Pedagogía Logosófica.