En época de vacaciones, los especialistas advierten sobre los distintos riesgos de la salud por la exposición al sol y también sobre la adecuada higiene para los ojos. El verano es propicio para la acumulación de bacterias que puede dañar la vista de por vida. Así lo vivió una mujer en Escocia.
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Lentes de contacto y piscinas
Según el Colegio de Ópticos-Optometristas de Murcia (COORM), los usuarios de lentes de contacto son uno de los colectivos con más riesgo de infección ocular en las piscinas, principalmente, con la llegada del verano.
Según Ana Belén Almaida, presidenta del COORM "Las personas que usan lentes de contacto deben extremar la higiene para reducir el riesgo, lavándose y secándose bien las manos antes de tocar las lentes y los ojos en el ambiente de las piscinas o zonas de baño. Una buena alternativa para minimizar estos riegos, es usar lentes desechables diarias. Al tirarlas al final del día evitamos la acumulación de sustancias en las lentes de contacto que puedan provocar una reacción adversa en los ojos".
El caso de Emma
Hace un par de años, estando de vacaciones, Emma Jenkins tomó un chapuzón de 20 minutos mientras usaba lentes de contacto, el tiempo suficiente para que un parásito se entrara en su córnea izquierda, destruyendo su vista
Jenkins, para entonces de 39 años, de Bournemouth, Dorset, estaba de vacaciones en Escocia cuando se bañó en la piscina del lugar sin quitarse los lentes.
De vuelta en casa una semana más tarde, comenzó a sufrir un dolor severo en su ojo izquierdo.
Emma fue a ver a su médico de cabecera pero solo tres días después, perdió la vista por una bacteria microscópica que causó una úlcera que destruyó su córnea.
Según Emma declaró a medios locales: "No tenía idea de que usar lentes de contacto en la piscina era tan arriesgado. Los usé para poder ver”.
"Es realmente aterrador lo rápido que sucedió". Además, agregó: "Cuando salí de la piscina, mi ojo izquierdo estaba irritado, así que volví a nuestra habitación y me quité las lentes, me dolía mucho".
Durante los días siguientes, Emma sufrió dolores de cabeza y visión borrosa, pero al no querer arruinar el resto de las vacaciones de sus hijos, decidió esperar hasta que llegara a casa en busca de ayuda médica.
Ella fue remitida a la unidad de víctimas oculares en el Royal Bournemouth Hospital más tarde ese día, donde le diagnosticaron una inflamación de la capa media del ojo, y le dieron gotas de esteroides.
El dolor continuaba, de regreso a la sala de urgencias, le diagnosticaron queratitis microbiana y edema corneal microquístico, lo que significa que tenía una córnea inflamada e infectada que estaba causando que una úlcera cubriera todo el iris.
Emma fue internada durante cinco días, donde recibió gotas cada hora para tratar de salvar su ojo, pero no funcionó.
La condición había causado cicatrices de espesor total en el ojo izquierdo de Emma, lo que significaba que solo podía ver el movimiento y la luz a través de él.
En el año siguiente, la visión de Emma se deterioró aún más.
Por suerte, en abril de 2016, le dijeron que sería una candidata adecuada para un trasplante de córnea, en donde el tejido dañado se elimina y se reemplaza por tejido sano de un donante.
Después de una espera de dos meses, Emma tuvo su trasplante y hoy puede ver como antes.
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